Capítulo 31

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Dánae levantó los pies del suelo para dejarme barrer, claro, sin mover ni un dedo y los bajó para seguir leyendo la revista.

—¿Ya se besaron o no? —preguntó.

—Sí —contesté.

—¿Y? —sonrió—. ¿Te gustó?

Me incliné a recoger la bolsa de basura, para hacerle un nudo.

—Por supuesto que me gustó.

Su sonrisa se amplió y abrazó el almohadón. Al ir a dejar la bolsa en el bote de plástico, bajé sus pies porque el sofá es blanco.

—¿Llevan un beso o cuántos? —volteó para abrazar el respaldo y verme.

Miré hacia la puerta por la persona que se detuvo, solo que no entró a la tienda.

—Tres —contesté.

Creo que en la segunda ocasión fueron tres, pero fue en un mismo momento, entonces lo contaré como uno.

—¿Y no va muy rápido?

—¿A qué te refieres?

—A que si no toca aquí y allá.

Como si Cynthia fuera a hacer eso.

Cuando ella se acerca, si bien no me dice nada, me da la oportunidad de rechazarla o decirle que no quiero.

Siento que quiere mi permiso para todo y a pesar de que significa que avanzaremos muy lento, me hace sentir segura el saber que no apresuraremos nada.

—Ella es muy formal.

—¿Tipo: puras hasta el matrimonio?

Me reí.

—No creo que a ese nivel, pero por ahí.

Lo que digo es que no me voy a casar con ella, sino que no daremos ese paso hasta no estar completamente segura de ella y ella de mí.

No importa el futuro que tenga esta relación, no haré nada sin estar convencida y confiar ciegamente en ella en ese momento.

Por ahora, cada beso me ha expresado en toda su plenitud lo sincera que es conmigo y no lo hice por probar, ella realmente me gusta.

Y no niego que quise besarla sin saber lo que iba a sentir, pero no me arrepiento de nada, ni de besarla, aceptarla, saber que estoy con ella y estoy dejando pasar el día hasta que pueda verla otra vez.

Ayer fue a visitar a su mamá y hoy está con su papá, entonces estará libre mañana, pero en realidad no tenemos nada planeado.

No importa si no hacemos nada, solo quiero verla.

Y el miércoles, ella estaba libre, pero yo no, mis padres quisieron salir a un viaje relámpago y no podía decirles que no y quedarme sola en casa.

Hace años que no salía con ellos y no había manera de que me negara.

Fuimos a la ciudad de origen de mi mamá, Puebla. Es un lugar pequeño, pero bonito.

Aquí se casaron mis padres y yo pasé mis primeros cuatro años aquí, solo que a duras penas me acuerdo.

Tengo vagos recuerdos de mi tía cuidándome en la cocina, mientras preparaba todo lo que vendían en la fonda que tenían de toda la vida.

La casa donde vivíamos y esa fonda ya no existen. El negocio en realidad lo cerraron cuando falleció mi abuelo.

Todo lo vendieron y tanto mi madre como mi tía tomaron caminos separados, pero ella nos sigue visitando de vez en cuando.

Puesto que no teníamos un sitio a dónde llegar, solo anduvimos por ahí, gastando el dinero.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora