Capítulo 48

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Subí una pierna sobre la otra y, al sacar un dulce de la bolsita que compré, el niño sentado a un lado volteó a verme, igual que su madre.

—¿Puedo? —le pregunté a la señora, quien asintió.

Luego de darle al niño la bolsita con los dulces que todavía quedaban, me levanté cuando vi a Zu salir del consultorio.

—¿Y? —le hablé.

Venía mirando el suelo, entonces levantó la cabeza cuando casi me le puse enfrente.

—Me hizo una cita esta semana.

Vino solamente a un diagnóstico con el psicólogo general que le recomendé y, que la haya citado nuevamente, significa que necesita terapia.

Se suponía que yo iba a aprovechar para ver lo de mis citas también, solo que lo estoy aplazando, para no obligarme a venir y que eso resulte contraproducente.

Encaminamos hacia la salida.

—Si no quieres tratarte aquí, te puedo llevar con mi profesor, es muy amable —le aseguré.

—No me malentiendas, pero no estoy cómoda con que sea con alguien que conoces.

—Él no va a decirme nada.

De lo que siempre nos hablan es del secreto profesional y ética, por eso no he ni intentado hablar con ella en plan de psicóloga.

Se abrazó.

—Es que hay cosas de Santiago.

Sentí escalofríos en todo el cuerpo.

—¿Qué cosas?

—... ¿De verdad crees que la culpa desapareció?

Cerré los ojos al pasar saliva.

—Por lo que veo, no, pero precisamente es eso lo que tienes que tratar. Igual es lo que te afecta.

—Me siento bien por ahora, todo gracias a ti.

Ladeé la cabeza.

Yo no hago más que acompañarla, ella necesita otra cosa y no sé qué es, ni creo que ella misma lo sepa.

Tal vez necesita a sus padres, a su hermano, estar en su casa.

Volvimos a mi casa y me ayudó a preparar la comida para mis hermanos y Lucero, puesto que no habrá padres hasta mañana.

Mis padres salieron y Alisson fue a visitar a su familia, solo que Lucero no quiso ir.

—¿No ibas a ver a Cynthia? —me preguntó Zu al sentarse al otro lado de la barra, para ayudarme.

—No, le dije que te iba a acompañar.

—... No le digas eso.

—¿Qué?

—Que estás conmigo —respondió—. De por sí siento que no le caigo bien.

—No es eso.

No estoy segura de si le mentí, porque no sé si a Cynthia en serio no le agrada o le da lo mismo, pero no puedo negar que su humor se puso mal cuando le cancelé la cita y le dije por qué.

—Dile que me iré en unos días.

—Zu, tampoco tienes que esconderte de ella. Eres mi amiga y ella lo va a entender.

—Por lo que sé, te conoció sin amigos.

—¿Cómo? —fruncí el ceño.

—Eras muy solitaria, no creyó que te tuviera que compartir con nadie. Esa parte la tienes que entender de ella.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora