Capítulo 45

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Llevaba creo que ya una hora acostada sobre Cynthia, solamente abrazándola, en silencio, y si a mí se me durmió el brazo, no quiero imaginar a ella.

Me levanté.

—Perdón que te venga a contar esto, pero... —me interrumpió al recogerme el cabello de la cara.

—Estoy aquí para escucharte.

Puse las manos en mis ojos, para retener el llanto como he hecho hasta este momento.

—No estoy enojada con Celeste ni con Tulipán, fueron muchas cosas —pasé saliva—. A esta hora, el camión de la basura ya se llevó todo.

—¿Qué hiciste con las cenizas?

—Cenicero común.

Llevé la caja a la funeraria, firmé para retirar mis derechos y ellos se encargarán.

—¿Y las flores?

Me limpié con la manga de la sudadera.

—Se salvó una, pero no sé si vuelva a prender, además, Tulipán se la pasa adentro de la casa y, si ya las rompió una vez, lo puede volver a hacer.

—Puedes traerla aquí.

Al mirarla, la vi borrosa por las lágrimas que sigo consiguiendo retener.

—¿En serio? —pregunté en voz baja.

—Sí —respondió—. No siempre estoy yo, pero la señora que hace el aseo puede cuidarla.

Me limpié la humedad en mis ojos.

—Gracias.

Preferí irme por mi cuenta a mi casa, porque Cynthia tenía trabajo, además quería caminar.

Solo después de hablar con Cynthia y del silencio en que me dejó estar con ella, me sentí mejor.

Las cenizas ya se fueron, ahora me queda la orquídea.

No es que me aferre a Santiago, solo quiero estar en paz con él y con todo lo que representa.

En mi casa, estaba Zu con Julia, ambas en la sala.

—Ya llegué —asomé la cabeza a la cocina para saludar a mi mamá y fui a la sala—. Hola —le hablé a ambas.

Julia no me respondió, ni siquiera me volteó a ver.

Zu sí me miró y me intentó sonreír.

Le dije que me acompañara a mi habitación para dejar mis cosas y sí era para eso, solo que también para preguntarle qué pasó.

—La regañaron en la escuela por una tarea y estaba tratando de ayudarle, pero no entendí —empezó a reírse.

—Ahorita voy a ayudarle —me quité la sudadera.

—¿Cómo te fue con Cynthia y tus papás? —preguntó.

—¿No ves que mis padres no me hablan?

Subió ambas cejas.

—¿Tan mal?

Ladeé la cabeza.

—Pudo salir peor, los tres pusieron de su parte, pero a mis papás no les gustó la idea.

—Bueno, tampoco te dijeron que termines con ella —aseguró.

—Pues no —me puse otra sudadera—. Es que quería que saliera mejor, no quería sentir que es una relación a escondidas, ya lo es en la escuela y esperaba que aquí fuera diferente.

—¿Por qué se esconden en la escuela?

Recogí mi cabello con una liga.

—"Ética profesional".

—¿Cuánto te falta para terminar de estudiar?

—Tres años.

Desvió la vista, pensando en el tiempo, tal vez tratando de dimensionarlo.

—Dependiendo con qué persona lo pases, no es tanto tiempo.

Me reí.

Con Cynthia, el tiempo se me va en segundos.

Hace ya un año que la conozco. Exactamente un año.

Julia no quiso que la ayudara a hacer su tarea, estaba en serio enojada y preferí no molestarla.

Mi madre no me dijo nada mientras ponía la mesa y solo me preguntó si estaba yendo con la enfermera, así como qué me ha dicho sobre tomar terapia en otro lado, porque Carolina no es psicóloga.

Llevé mi plantita a casa de Cynthia cuando me dijo que estaba la señora que hace limpieza. Dijo que trabaja en tres casas de por aquí, contando la de Cynthia, y cada día va a una.

La señora llevaba un rato observando la flor.

—Qué bonita —murmuró—, mi mamá tenía de estas —me volteó a ver, a lo que le devolví la sonrisa.

—Es muy importante para mí.

—No te preocupes, hija, yo te la voy a cuidar.

—Muchas gracias.

Tengo una cita con Cynthia y vinimos a su casa para dejar la planta y para que ella dejara sus cosas del trabajo.

Yo me había ido a clases con el vestido, solo dejaré la chaqueta y mi mochila en su auto.

Fuimos a comer a un lugar más sencillo y cómodo para mí.

No es que no me gusten los sitios a los que hemos ido, la cena en el hotel fue increíble, pero me estreso mucho por no estar segura de lo que estoy pidiendo y por cuidar mis modales.

Y además aquí no tuve que sentarme al otro lado de la mesa, digo, tampoco se suponía que estuviera tan cerca de Cynthia, pero aquí me sentí más cómoda para mover la silla.

—Quiero probar —indiqué a su platillo. Me dio un bocado con el tenedor—. Sabe mejor que el mío.

Sonrió y me cambió los platos.

Sí supe lo que pedí y me gustó, pero me gustó más el suyo.

—¿Cómo está Zu? —preguntó.

—Creí que no te gustaba hablar de ella.

—Pues no, pero tampoco espero que le pase nada.

Bebí del café helado.

—Está bien, bueno, no se ve mejor, pero no la retienen en el hospital, eso quiere decir que no está mal.

Sigue yendo a citas regulares, toma el medicamento y estoy segura de que se está cuidando, pero aun así no luce mejor.

Carolina me dijo que mucho puede tener que ver con sugestionarse, lo contrario al efecto placebo.

Y si algo en ella no la deja mejorar, es muy probable que venga de depresión.

Yo no puedo ayudarla porque no puedo dar una consulta todavía y por la relación que tengo con ella, pero sí puedo recomendarla en alguna de las clínicas donde hacen prácticas los de mi universidad, incluso con uno de mis profesores.

En el estacionamiento, afuera de su auto, me dio un beso, luego yo quise más y llevábamos un rato ahí.

Recargué la espalda en el muro, sujetando su cuello para traerla conmigo y ella colocó una mano en la pared y otra en mi cintura.

Hoy no puedo ir a su casa, por eso la cita fue temprano, entonces iba a conformarme con esto, por hoy.

Cada siguiente vez que nos vimos, fue más difícil separarme de ella porque realmente quería besarla, pero eso me dejaba con las ganas de más.

Para no alimentar más el recelo de mis padres, cuando me dejaba en mi casa, solo me despedía y a veces con un beso en la mejilla.

Por culpa de eso, cada vez tenía más ganas y lo hice sola, pero no fue lo mismo.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora