Capítulo 27

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Me llevó a mi casa, esta vez dejándome enfrente, igual que la primera vez que me trajo.

—Voy a hablar con mis padres sobre todo, pero no quiero que se enteren por otro lado —le pedí entrelíneas no decirle nada a nadie.

—De acuerdo.

—Y hemos estado yendo a tu ritmo, pero solo te voy a pedir que no me vayas a besar cuando esté así —aludí a la ronquera y el sabor amargo por casi haber llorado luego de los traumas que acabo de contarle.

Quiero que sea algo más significativo.

—Como tú quieras.

Bajé del auto, entré a mi casa y, justo cuando cerré la puerta, escuché su auto.

—¿Quieres cenar?

Brinqué del susto con la pregunta de mi madre.

—No —respondí—, voy a cambiarme.

Subí a mi habitación, dejé mis cosas en el escritorio y me acosté en la cama, con una mano sobre mi estómago.

Sigo sin saber si esto está bien, pero ya no me importa.

Nunca nadie me había mirado como ella, ni entendido de esa manera.

Nadie siquiera había estado tan dispuesto a escucharme ni se había interesado en mí y en cómo me encuentro.

A Cynthia, más que lo que pasó, le importó el que lo hubiera pasado yo sola.

Soy yo la que le importa.

∙⊱♡⊰∙

Con el vestido color guinda de mangas largas y suficientemente oscuro como para esconder tentaciones, iba descalza correteando a Julia para poder peinarla.

Antes de que Julia se encerrara en el baño, Noah la atrapó y la cargó hasta una silla, donde pude peinarla finalmente.

—¿Le pedirás matrimonio? —pregunté haciendo referencia a su traje que muy rara vez utiliza.

—No me molestes —masculló acomodándose las mangas.

—Yo ya me casé —anunció Julia. Ambos la miramos con la misma expresión alarmada—, en el convivio de la escuela.

—Tú no te puedes casar —le advirtió Noah—, jamás.

La niña me miró, negué con la cabeza y el chico se arrodilló para abrocharle los zapatos.

—¿Y Liz? —preguntó la chiquita.

—Ella sí —contestó el chico y luego me miró—, por favor, vete de la casa cuanto antes.

Mientras se dirigía a la cocina, le aventé una pinza para el cabello.

Justo cuando terminé, mamá bajó con Celeste, agarró un segurito y se lo dio a la chica para que ella lo pusiera en el cierre de su vestido.

Subí rápidamente por mis zapatos.

Mientras me calzaba, no pude evitar ver hacia la habitación de Santiago. Sigo esperando que alguien me abra al otro lado.

—No me gusta que mires así a la ventana —me dijo mamá al entrar para tomar unos aretes.

Mi madre salió primero, luego yo y cerré la puerta.

Ya teníamos que irnos.

Llegamos al restaurante veinte minutos más tarde, poco antes de que Lucero y Alisson llegaran.

Mamá se encargó de revisar que estuviera lista la tarta de cumpleaños que previamente solicitó para la chica.

Todo esto es por el cumpleaños de Lucero.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora