Capítulo 55

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Toda la mañana estuve revisando mi teléfono, es más, así me acabé la batería y fui corriendo por el cargador, para ponerlo en la sala y seguir al pendiente.

—¿Quién te va a hablar? —me preguntó mamá cuando tomé asiento en el comedor.

—Cynthia.

—¿Ya se fue? —se sorprendió.

Sentí un ligero dolor en mi corazón al pensarlo así; Cynthia se fue.

Sacudí la cabeza, al igual que la servilleta.

—Fue a ver cómo es el lugar de trabajo, las personas con las que estará y a ver si le convence.

—¿Tiene muchas opciones?

Bebí del café.

—No —intenté pensarlo, pero no, no hay muchas opciones para ella y la lejanía tal vez tenga que ver con los referentes que tiene aquí.

Si no es en Canadá, será todavía más lejos.

Sinceramente, estoy esperando que ese trabajo sea suficiente, la convenza y sea algo que le guste.

No me gusta verla frustrada teniendo que ir a dar clases.

No soporto verla haciendo cosas que no le gustan.

Mientras desayunábamos, iba cada tanto a la sala a ver mi teléfono.

Nada.

Subí a darme un baño luego de desayunar. Hoy tenía planeado acompañar a Zu a comprar unas cosas antes de que se vaya.

Todavía no sé si voy a poder ir con ella a su casa y no creo que sea buena idea solo sumarme al viaje y luego que la señora se sienta comprometida a traerme de regreso.

Cuando bajé lista, Zu ya había llegado y solo estaba esperándome.

Y seguía sin recibir nada de Cynthia.

Me disculpé cada cinco minutos con Zu por estar todo el tiempo con mi teléfono y ella entendió que quería volver cuando la batería se me volvió a terminar.

Llegamos a la casa de Alisson, aprovechando que ella no está, para que también le ayude a terminar de empacar sus cosas.

—Si está muy ocupada, tal vez sea buena señal —Zu intentó que me tranquilizara.

—¿A qué hora llega Alisson? —pregunté.

—Hasta en la noche, dijo que cenara con Lucero.

Me relajé a la mitad, porque todavía sigo con el tema de Cynthia, pero pensando en que no me sentía lista todavía para ver a Alisson.

—Voy a buscar una bolsa —le avisé a la chica.

Bajé a buscar de esas bolsitas con sellador, para que Zu guarde sus medicamentos.

Aproveché para poner la comida en el horno y subí de regreso.

No me voy a quedar a comer ni a cenar, pero quiero que Lucero y Zu coman, porque a una le da flojera levantar un plato y a la otra el medicamento le quita el hambre.

Terminamos de guardar todas sus cosas y ayudé a limpiar la habitación, para dejarla como supongo debió estar antes de que ella llegara.

Nunca dormí en esta casa y no conocía esta habitación, de hecho.

—¿Cuándo va a venir tu mamá?

—Mañana, en la tarde. ¿Todavía quieres ir?

Me senté en la cama.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora