Capítulo 41

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Apreté la sábana contra mí, con una de mis manos, mientras que con la otra estaba tocando el cuello de Cynthia.

Lo que veía, quería tocar.

Tiene mi misma temperatura y creo que el tono de piel es el mismo que el mío. Su piel es igual a la mía, pero se siente diferente.

Bajé mis dedos por el centro de su pecho, siguiendo el collar, y me detuve en medio, para seguir a su busto.

No son iguales que los míos.

Me asusté cuando mi teléfono sonó.

Cynthia estaba recargada en la cabecera de la cama, mientras que yo me encontraba arrodillada frente a ella, entonces, apretando la sábana todavía, me hice a un lado y me estiré hacia el buró para alcanzar mi teléfono.

Respondí al ver que era Celeste.

—¿Qué pasó? —pregunté.

¿Dónde está la llave de afuera? Mi mamá no puede entrar.

—Está en la cocina, en el primer cajón abajo del microondas. ¿Ya llegó mi papá?

Dijo que llega como en media hora.

—Va —dije y colgué.

Aproveché para revisar los mensajes, que no eran muchos, y la hora. Ya son las nueve y media.

Se suponía que me había quedado cuidando a mis hermanos, pero les dije a mis padres que tenía un compromiso y por eso trataron de no tardar en volver.

Por detrás, Cynthia besó mi brazo, yendo hacia mi hombro y recogió mi cabello para seguir en mi cuello.

—¿Puedes quedarte? —preguntó.

Pasé saliva.

Siempre que mis padres ya estén ahí, puedo volver más tarde, o no regresar por esta noche.

—Pero préstame algo, no voy a dormir así.

Me dio un cambio y, en el sanitario, le hablé a mi papá para avisarle que estaba en casa de Dánae, así como decirle que le preguntara a mi mamá quién es Dánae.

Bastó con avisarles que me iba a quedar a pasar la noche en su casa.

Estaba perfectamente bien hace un minuto, pero me costó trabajo volver a subir a la cama.

—Me está doliendo —le dije.

Bajó la mirada a mi entrepierna.

—Es normal.

Creí que era normal si hubiera sido mi primera vez, pero tal vez Dánae tenía razón con que capaz que ya era virgen otra vez, refiriéndome a que todo volvió a ser ignorante al sexo.

Muscularmente, olvidé cómo se sentía.

Con trabajo, me senté sobre mis piernas cruzadas, pero es que estaba pensando que así me iba a sentir más cómoda y sí.

—¿Lo hice bien? —cuestioné.

Recogió mi cabello, sujetó mi cuello y me acercó para darme un beso en la frente.

—Lo hiciste muy bien.

—Puedo mejorar —aseguré—, porque tampoco es que haya hecho mucho.

—Te puedo enseñar todo lo que quieras.

Llegué hasta aquí sin saber nada, ni siquiera sin estar segura de que ella me gustaba completamente, pero, ahora que la vi, quiero tocar todo, solo que antes necesito saber cómo.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora