Omnsicente
Mai sentía su corazón acelerado, casi fuera de control. Cada respiración era un esfuerzo, como si el aire se negara a llenar sus pulmones. La opresión en su pecho se intensificaba, obligándola a llevar una mano hacia allí, intentando en vano aliviar el dolor que parecía consumirla. Estaba atrapada en su propio cuerpo, prisionera de un pánico que no lograba entender del todo.
—¿Mai, estás bien? —la voz de Nishinoya resonó detrás de ella, suave pero cargada de preocupación.
Mai se giró lentamente hacia él, sus ojos reflejando la angustia que la invadía. Nishinoya, siempre tan atento y dispuesto a protegerla, no dudó en acercarse más, su preocupación palpable en cada uno de sus gestos. Colocó una mano firme pero reconfortante en la espalda de Mai, mientras que con la otra rozaba suavemente su mejilla, intentando transmitirle seguridad.
—Mai, ¿qué pasó? ¿Estás bien? —su voz, normalmente vibrante y llena de energía, estaba ahora teñida de inquietud.
Pero las palabras de Mai se quedaron atascadas en su garganta, el agobio era demasiado. Todo a su alrededor se sentía abrumador, incluso el contacto de Nishinoya, algo que normalmente le habría dado fuerzas, ahora la hacía sentir aún más atrapada. Con un esfuerzo desesperado, apartó su mano de su rostro, buscando espacio, aire, cualquier cosa que la liberara de esa sensación asfixiante.
Nishinoya retrocedió, sorprendido y herido por su reacción, pero su preocupación no disminuyó. Dio un paso hacia ella, decidido a no dejarla sola en ese momento de vulnerabilidad.
—Vete, Nishinoya —pidió Mai, su voz quebrada por el temblor y la angustia que no podía ocultar.
—Pero, Mai... —intentó decir, pero fue interrumpido por la llegada de Kageyama.
Kageyama se acercó rápidamente, su rostro grave, comprendiendo con dolorosa claridad lo que le ocurría a Mai. No dijo nada a Nishinoya mientras pasaba a su lado, pero su presencia era lo suficientemente firme como para que este entendiera que debía dejarles espacio. Kageyama se detuvo justo a la distancia adecuada, sin invadir el espacio de Mai, pero lo suficientemente cerca como para que ella supiera que no estaba sola.
—Respira con tranquilidad, Mai. Estoy aquí —dijo Kageyama, su voz baja y serena, un contraste con la tormenta que ella sentía por dentro.
Mai lo miró, desesperada, sus ojos brillando con lágrimas que se negaban a caer. Intentó hablar, pero las palabras se ahogaron en su garganta, convirtiéndose en un susurro quebrado.
—N-No puedo... —logró decir, su voz cargada de miedo.
—Sí puedes, Mai. Inhala y exhala conmigo. No estás sola —respondió Kageyama, su tono impregnado de una ternura y paciencia que pocos habían visto en él—. Estoy aquí para ti, Mai. No tienes que enfrentarlo sola.
Mai lo miró, y en ese momento, algo en su interior comenzó a ceder. Kageyama era una presencia sólida en medio del caos que la rodeaba, y su voz, constante y calmada, empezó a guiarla fuera de la oscuridad. Lentamente, comenzó a seguir el ritmo de su respiración, intentando sincronizarse con él, aferrándose a sus palabras como si fueran una cuerda salvavidas en medio de un mar agitado.
Kageyama no la apresuró, ni la juzgó. Solo estuvo allí, firme y paciente, permitiéndole encontrar su propio ritmo, su propio camino de regreso a la calma. Y poco a poco, la opresión en su pecho comenzó a disminuir, y su respiración, aunque todavía agitada, empezó a fluir con un poco más de facilidad.
Nishinoya observó en silencio cómo Kageyama lograba calmar a Mai. Cada palabra que Kageyama pronunciaba, cada gesto que hacía, era como un recordatorio doloroso de su propia incapacidad para ayudarla en ese momento. Él había querido estar allí para Mai, quería ser la persona que la consolara y le diera fuerza, pero en lugar de eso, ella lo había apartado.
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Entre redes y corazones- Haikyuu!
FanfictionEn el universo de Haikyuu.. Mai Sakurai una chica alegre y competitiva vuelve a su pais de origen luego de 8 años de vivir en Estados Unidos y jugar como capitana en el equipo femenino de Voley. Vuelve con ganas de jugar en un equipo y ser la mejor...