Cap 62: Decisiones dolorosas

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Omniscente

Mai salió disparada del gimnasio, sin mirar atrás. Apenas había intercambiado palabras con Shimizu y Kageyama antes de irse, sintiendo una mezcla de confusión, emoción y una extraña felicidad que no podía entender del todo. Mientras caminaba apresuradamente por las calles, la luz de la luna iluminaba su camino. El aire fresco de la noche rozaba su piel, pero a pesar del alivio que traía, su mente seguía revuelta, completamente centrada en las palabras de Kageyama, en el calor de su cuerpo tan cerca del suyo, en la forma en que sus ojos brillaban con una honestidad que rara vez mostraba.

Su corazón latía frenéticamente, cada pulsación más intensa que la anterior. Su rostro seguía rojo como un tomate, y sentía sus mejillas arder. Sin darse cuenta, había llegado a su casa, caminando un poco errática debido al dolor en su tobillo. Subió los escalones de la entrada con la mente todavía nublada, empujando la puerta para entrar. Se dejó llevar por la familiaridad del ambiente, deseando poder encerrarse en su habitación para procesar todo lo que había pasado. Pero apenas cerró la puerta detrás de ella, escuchó una voz grave y seria que la detuvo en seco.

—Sakurai Mai, ¿a dónde crees que vas? —preguntó su padre con tono helado, haciendo que un escalofrío recorriera la espalda de Mai.

—¿P-papá? —respondió ella, confusa, girando lentamente para verlo.

Sus padres estaban sentados en el sofá de la sala. Su padre tenía los brazos cruzados, la expresión endurecida por la preocupación y la ira contenida. Su madre, en cambio, tenía los labios apretados, con una mirada mezcla de pena y nerviosismo. El ambiente en la habitación se sentía tenso, cargado de una energía pesada que hizo que Mai se detuviera de inmediato.

—¿De dónde vienes? —preguntó su padre nuevamente, su tono ahora más severo, levantándose del sofá.

Mai parpadeó, tratando de recomponerse. No entendía a qué venía todo esto. Se sentía atrapada entre la agitación de lo que había ocurrido en el gimnasio y la repentina confrontación con su padre.

—De entrenar —respondió con voz temblorosa, sus ojos moviéndose rápidamente de un lado a otro, buscando alguna señal de comprensión en el rostro de su madre, pero solo encontró preocupación. Su madre, sentada en el sofá, tenía una mirada de pena y culpa que no ayudaba a tranquilizarla.

—¿Ah, sí? ¿Entrenando con quiénes? —preguntó su padre, levantando la voz un poco más, avanzando hacia ella con pasos lentos y calculados, como un depredador acechando a su presa.

Mai podía sentir sus palmas sudorosas y su respiración acelerada. Intentó mantener su mirada firme, pero el nerviosismo la traicionaba. Su mente intentaba procesar una respuesta rápida, algo que pudiera calmar la tensión creciente.

—Con mi equipo de voleibol. ¿Con quién más? —dijo, tratando de sonar firme, aunque la inseguridad en su voz era evidente.

Su padre se detuvo justo frente a ella, su expresión se tornó aún más dura. Había una tensión palpable en el aire, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse.

—Ay, querida Mai —dijo él, esbozando una sonrisa irónica que no mostraba ninguna calidez—. ¿Crees que puedes esconderme algo a mí, a tu padre?

Mai sintió que el pánico comenzaba a apoderarse de ella. ¿A qué se refería su padre? ¿Acaso sabía algo de los chicos? ¿O era otra cosa?

—N-no sé de qué hablas, papá —tartamudeó, sus manos sudando mientras intentaba mantenerse erguida.

Su padre soltó un suspiro pesado, avanzando lentamente hacia ella, como un juez a punto de dictar una sentencia.

—No me puedes esconder nada a mi, Mai— dijo, con voz más baja pero aún cargada de tensión—Ya se que entrenas con chicos, que el Karasuno no tiene equipo de voleibol femenino, que todas las veces que decias que te ibas a dormir a lo de una amiga ibas a campamentos o las veces como hoy que llegabas tarde era por jugar partido.

Entre redes y corazones- Haikyuu!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora