Cap 71: Lo que queda entre nosotros

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Mai

Nunca me habían gustado las despedidas. Siempre lograban hacerme sentir más triste de lo que ya estaba, como si desataran una tormenta interna de emociones que no podía controlar. Ya había dejado las cartas en el gimnasio, cuidadosamente apiladas sobre la banca. Una carta para cada uno de ellos. Cada palabra escrita con el corazón en un nudo que apenas me dejaba respirar.

Me quedé allí, inmóvil, mirando el gimnasio por última vez. Quería capturar cada detalle, grabarlo en mi memoria como un tesoro que no quería perder, pero el peso de la realidad era ineludible. Mientras mis ojos recorrían las paredes, las canchas, los recuerdos, sentí cómo las lágrimas comenzaban a rodar sin permiso por mis mejillas. No quería irme. De verdad, no quería irme.

A pesar de todo, no podía olvidar ese día, el día del partido contra Shiratorizawa.

—FLASHBACK—

—Mai, tenemos que hablar —comenzó su padre, tomando asiento junto a ella—. Hay algo importante que debemos decirte.

El corazón de Mai se aceleró. —¿De qué se trata? —preguntó, sintiendo un nudo en el estómago.

—Tú sabes que hemos estado hablando sobre la situación con la empresa de tu padre —continuó su madre, con un tono tierno pero firme—. Han tomado una decisión, y tenemos que volver a Estados Unidos.

—¿Qué? —Mai preguntó, incrédula—. ¡No! No puede ser... ¡Estoy aquí, tengo amigos, mi equipo! ¡No puedo irme ahora!

Sus manos temblaban, y el dolor en su tobillo quedó en segundo plano frente al dolor en su corazón. Se levantó de la cama con esfuerzo, soltando un pequeño quejido de dolor, pero lo ignoró. Miró a su padre directamente a los ojos, buscando alguna señal de compasión, alguna muestra de que la entendían.

—¿Es por eso que vinieron a verme hoy? —preguntó, su voz cargada de frustración y dolor—. ¿Solo para decirme que nos iremos justo cuando por fin me siento parte de algo? Yo pensaba que esta vez les importaba lo que hacía... que por fin estaban orgullosos de mí.

Las lágrimas amenazaban con caer, pero ella luchaba por contenerlas. No quería mostrarse débil, no quería que vieran cuánto la lastimaba esto. Su madre intentó hablar, pero su padre levantó una mano, pidiendo que lo dejara continuar.

—Mai, sé que no quieres escucharnos ahora —dijo su padre, manteniendo su tono firme, aunque en sus ojos se podía ver la tensión interna—. Pero esta situación va más allá de nosotros. Tenemos que volver, la empresa lo requiere. Te prometo que podremos regresar en otro momento.

—¿Cuándo? —respondió ella, su voz quebrándose, sin poder mirarlo a los ojos.

—No lo sabemos. Es indefinido —dijo su padre, bajando la mirada por primera vez, como si las palabras le pesaran más de lo que quería admitir.

Y entonces, Mai no pudo más. Las lágrimas que tanto había intentado contener empezaron a fluir sin control. Sus hombros temblaban con cada sollozo, su pecho se apretaba tanto que le costaba respirar. Su madre, con el corazón roto al ver el dolor de su hija, se inclinó y tomó su rostro entre sus manos, obligándola a mirarla a los ojos.

—Cariño, lo lamento tanto... —dijo su madre, su voz llena de ternura mientras limpiaba las lágrimas que corrían por las mejillas de Mai—. Vinimos a verte porque queríamos darte otra oportunidad de ver lo increíble que eres, de verte jugar. Te prometo que lo entendemos, que sabemos lo importante que es para ti. Lo siento, mi amor... siento que tengamos que hacer esto.

Mai se aferró a su madre como una niña pequeña, dejando que los sollozos ahogaran cualquier intento de hablar. Se sentía indefensa, atrapada en una decisión que no era suya. Las palabras de su madre eran sinceras, pero no podían aliviar el dolor de tener que dejar atrás todo lo que había llegado a amar. Su padre, conmovido por el sufrimiento de su hija, se acercó y comenzó a acariciarle el pelo, un gesto torpe pero lleno de esfuerzo por intentar reconfortarla.

Entre redes y corazones- Haikyuu!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora