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Mi respiración se aceleró, y me di cuenta de que me estaba inclinando hacia él, sin siquiera pensarlo. Estábamos tan cerca que podía sentir su aliento en mi piel, podía ver cada pequeño matiz en sus ojos, cada movimiento de sus labios.

Y en ese momento, supe que lo que estaba a punto de suceder cambiaría algo entre nosotros, nuevamente. Era una especie de punto de no retorno, una decisión tácita que ambos habíamos tomado sin siquiera discutirla.

Sus labios se curvaron en una sonrisa que era a la vez suave y peligrosa, y mientras su mano seguía sosteniendo mi cuello, su otro brazo se deslizó alrededor de mi cintura, acercándome aún más a él.

—¿Sigues queriendo saber más? —preguntó, su voz apenas un murmullo, mientras sus labios rozaban los míos, tentadoramente cerca, pero sin llegar a tocarlos.

La tensión entre nosotros era casi insoportable, pero en el mejor de los sentidos. Asentí, incapaz de encontrar las palabras adecuadas, permitiendo que el momento hablara por sí solo.

Y entonces, todo lo que habíamos estado reteniendo, todo lo que habíamos dejado sin decir, comenzó a desbordarse lentamente, como el calor de la chimenea que nos envolvía en su cálido abrazo, acercándonos más. Hasta que finalmente, nuestros labios se encontraron de nuevo, este beso era lento y lleno de una ternura que contrastaba con la intensidad que ambos habíamos experimentado en las últimas semanas. Cada contacto, cada roce, parecía un intento de redimir el tiempo perdido y los sentimientos reprimidos. Era como si ese beso estuviera sellando de alguna manera todos los problemas que habíamos enfrentado, permitiéndonos finalmente liberarnos de la carga emocional que habíamos arrastrado.

Me sentí envuelta en una calidez que solo él podía ofrecer, y mientras nuestras bocas se movían al unísono, todo parecía encajar perfectamente. Su abrazo era una mezcla de firmeza y suavidad, y sus manos, acariciando mi espalda, añadían una capa extra de consuelo al momento.

Cuando nos separamos, nuestras miradas se encontraron con una ternura palpable.

—Te extrañado no sabes cuanto querida,— Decía en un susurro apenas audible— No sabes cómo he añorado tu calor, tus besos...

Sus ojos reflejaban un anhelo profundo. La vulnerabilidad en sus palabras me hizo sentir un nudo en el estómago, un contraste con la calidez del momento.

Sin poder contener la oleada de emociones, incliné mi cabeza hacia su pecho, rodeándolo con mis brazos con una fuerza que expresaba todo el deseo de no separarme. Mi rostro se hundió en su abrazo, sintiendo el latido de su corazón bajo mi mejilla, un ritmo que parecía ser el latido de nuestro pequeño mundo compartido. No quería soltarlo, no quería dejar ir esa sensación de seguridad y amor que solo él podía ofrecer en ese momento.



Me desperté lentamente, sintiendo el calor envolvente del sofá y la chimenea. Al mirar hacia arriba, me di cuenta de que aún estaba abrazada a Alastor. Él dormía profundamente, con una mano descansando sobre su cabeza, usando su antebrazo para cubrir sus ojos. Sentí una oleada de ternura al verlo así, tan tranquilo y sereno.

Me incorporé con cuidado para no despertarlo, sintiendo el frío del suelo bajo mis pies descalzos. Me estiré, tratando de desperezarme un poco antes de ir a la cocina a ver la hora. Al llegar, me sorprendió ver que eran las 21:37. El tiempo había pasado más rápido de lo que imaginé.

Con la misma delicadeza, regresé al sofá y me senté a su lado, observando su rostro dormido mientras buscaba una manera de despertarlo sin causar demasiado alboroto. Empecé a acariciar suavemente su mejilla con mis nudillos, esperando que el contacto lo hiciera despertar.

Sinfonía de la muerte (Alastor x Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora