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Cada paso resonaba como un eco distante en el vacío pasillo, amplificando el silencio que nos rodeaba. Jean y yo avanzábamos en perfecta sincronía, mientras nos adentrábamos cada vez más en el edificio.

Las luces blancas, estaban dispuestas con precisión en el techo, reflejándose en el mármol con una claridad deslumbrante, transformando el pasillo en un sendero casi celestial. Este brillo tan puro, contrastaba firmemente con nuestras verdaderas intenciones en aquel lugar. Y junto a sus paredes pintadas de un albo perfecto, parecían estrecharse a nuestro alrededor, como si quisieran evitar la cercana e inoportuna situación.

Donde cualquier ruido, incluso la respiración más sutil, podría traicionarnos.

Mi mente ardía en pensamientos rápidos, calculando cada movimiento, cada posible desenlace. Teníamos un plan, sí, pero los planes siempre eran susceptibles de romperse ante la realidad. Jean, a mi lado, se movía con la misma agilidad y precisión que un felino. Podía sentir su concentración, su calma exterior, aunque sabía que por dentro también estaba en alerta máxima.

Al final de la recepción a la derecha, se encontraba el primer tramo de escaleras. Mis piernas se movieron casi automáticamente, subiendo los peldaños de dos en dos, mis músculos tensos, estaban listos para una explosión de energía si era necesario. Mis ojos recorrieron cada rincón, cada sombra. Cualquier cosa podría ser una amenaza, un peligro latente, y no podíamos permitirnos bajar la guardia ni por un segundo.

Piso dos. Piso tres. Piso cuatro.

Cada nivel que subíamos parecía más pesado que el anterior, no en un sentido físico, sino mental. Podía sentir la presión aumentada con cada escalón, la proximidad del objetivo incrementando la tensión en el aire.

Finalmente, piso cinco.

Nos detuvimos al final de la escalera, pegados a la pared como dos sombras en la penumbra. Intercambiamos una mirada rápida y me incliné ligeramente, asomándome apenas lo suficiente para tener una visión clara de lo que nos esperaba. Y allí se encontraba. La puerta 506. Justo a la mitad del pasillo, decorado con dos monumentos parados al frente del apartamento, cuidadosamente vestidos con trajes y corbatas negras.

Todo el edificio parecía conspirar para proteger al chiquillo, envolviéndolo en un manto de luz celestial y gárgolas protectoras, al parecer, inmutables. Pero no nos íbamos a detener, no ahora.

Me devolví a la oscuridad, analizando rápidamente la situación. Mi cabeza parecía explotar en escenarios posibles, hasta que el suave toque de Jean en mi antebrazo me hizo detenerme en uno de ellos. Sus pupilas, expectantes ante cualquier mínima acción, me siguieron cuando lo tomé del brazo y retrocedimos unos cuántos escalones. A salvo del oído canino de los guardias, me dispuse a contarle con señas y etéreos susurros el plan.

Ahora sí, era hora de actuar. Nos detuvimos nuevamente al borde de la escalera y con un rápido asentimiento, pisamos el mármol, dando inicio al objetivo. Jean me seguía firmemente atrás mío, brindando respaldo, ese apoyo incondicional que lo caracterizaba, y que permitía regular mis fuertes emociones, que hasta ahora, solo parecían lograr que mi corazón quisiera salir de mi pecho.

— Creo que es en este piso en el que se encuentra Payton. — Comencé mientras recorríamos el piso con ingenuidad mentirosa. Jean me contestaba mientras caminábamos por los alrededores, vigilando todos los posibles detalles del piso, el cuales, eran ninguno.

— Ho-Hola, caballeros. — Dije, acercándome hacia los guardias y llamándoles la atención.

Eran dos hombres con cabellera perfectamente peinada hacia atrás. Rostros duros y cuadrados, y sus ojos, celestes y profundos, eran casi cristalinos. Su presencia sin duda era abismal. Eran casi dos cabezas más altos que yo, pero aún así, no baje la guardia. En cambio, Jean parecía tener la guardia baja, con las manos en los bolsillos y transmitiendo una tranquilidad imperturbable. Donde bajo toda esa capa, se encontraban sus manos listas con nudilleras. Listas para un golpe fuerte y preciso.

Sinfonía de la muerte (Alastor x Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora