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Azrael conducía con furia por las oscuras y desiertas calles, su mente estaba atrapada en el caos de sus pensamientos mientras sus manos, tensas y pálidas, aferraban el volante con fuerza. Cada metro que recorría lo acercaba más a lo que podría ser una despedida definitiva o una victoria desesperada. Su nombre resonaba en su cabeza como un eco implacable, su cuerpo entero contenía una adrenalina y nervios burbujeantes que lo carcomían cada vez más.

El rubio, que se mantenía a su lado, parecía haber encontrado nuevamente su inmaculada seriedad, pero esta solo era una máscara para ocultar su verdadera carne. Su fuerza física y mental comenzaban a deteriorarse rápidamente, que con gracia imperturbable lograba no prestarles atención. No podía permitir decaerse, no ahora, Tn lo necesitaba, Alastor lo necesitaba para cualquier complicación, no podía fallarles.

Se movió en su asiento, y allí estaba. Yacía inconsciente, su cabello rojo, alguna vez vibrante y lleno de vida, ahora colgaba opaco y cubierto de ese líquido rojo pegajoso que le corría en gruesos regueros por el rostro y el cuello. Su respiración era tan tranquila que parecía estar a un suspiro de la muerte, y su blusa, alguna vez azul, estaba empapada de sangre al igual que los retazos de la camisa de Jean que intentaban burdamente contener la hemorragia. Pero a pesar de que el arma seguía incrustada en su abdomen, las telas ya no eran suficientes. Carmesí oscuro brotaba cada vez más de su herida, cubriendo lentamente cada centímetro de su piel y el perfecto asiento de cuero beige del vehículo.

La situación era sin dudas crítica, pero en medio de su propia preocupación y miedo por el provenir, no era consciente de que estaba avanzando hacia el mismo rumbo que la colorada. La palidez comenzaba a apoderarse de su piel, y su vista, que tanto se esforzaba por mantener fija, comenzaba a tornarse vacilante y borrosa. Comenzaba a perder más sangre, su torniquete en su muslo comenzaba a fallar, permitiendo que se tiñera de rojo todo a su paso.

Se trató de recomponer en su asiento, pero sus hombros le pasaron factura y un dolor agudo hizo que un gemido ahogado escapara de sus labios. Apretó los dientes, intentando no dejarse vencer por el sufrimiento, pero cada vez le costaba más respirar. Sus hombros estaban casi tan mal como su pierna. Sentía como su cuerpo le traicionaba con cada segundo que pasaba, y como sus ojos comenzaban a cerrarse debido al dolor y la falta de sangre en su cuerpo.

Alastor en cambio, estaba enfocado completamente en su conducción, queriendo llegar lo más rápido a la casa de Jean. No había notado la salud del rubio hasta que el quejido resonó por todo el auto, logrando sacarlo de su ensimismamiento y hacer una vista general de la situación. Tn estaba aún dormida atrás, y Jean comenzaba a deslizarse por el asiento, en señal de la relajación forzada de su cuerpo. Todo estaba empeorando. Su mente ágil, comenzó con un torrente de ideas hacia donde dirigirse. No podían regresar a la casa como si nada pasase. Sus sombras podrían encargarse pero le robarían energía y tiempo que no había. La situación comenzaba a empeorar.

Tiempos desesperados necesitan de medidas desesperadas.

Sin previo aviso, giró bruscamente el volante, desviando el auto con un movimiento tan feroz que Jean fue lanzado contra la puerta. El impacto fue como un martillo golpeando su hombro, arrancándole un dolor agudo y punzante que lo atravesó como una descarga eléctrica. Aunque apretó los dientes con fuerza, sus labios apenas lograron contener un gemido que amenazaba con escapar, mientras un destello de agonía cruzaba su rostro.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?! — Apretó las palabras entre dientes, su voz cargada de una molestia repentina que atravesó el dolor insoportable. La furia que creció en su interior era tan abrasadora como la presión que sentía en sus huesos.

Alastor no le respondió, su expresión férrea se mantenía fija en el camino, ignorando la creciente frustración del rubio. La falta de explicación alimentaba su rabia, que ya lidiaba con el dolor físico y el cansancio. Pero cada kilómetro que avanzaba, cada metro que los alejaba de la casa, reforzaba la decisión. Ya no había vuelta atrás.

Sinfonía de la muerte (Alastor x Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora