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Al subirnos al vehículo nuevamente y ponernos en marcha, el silencio reinaba entre nosotros. El auto se encontraba en una nebulosa de ira y frustración ante aquella situación, ambos emanábamos una inconformidad palpable. Jean conducía con los ojos fijos en la ruta y sus manos agarraban con fuerza el volante, su rostro tensado por el enojo. Mientras tanto, mi mente maquinaba cómo haría para que Víctor pagara por lo que había hecho. La tercera es la vencida según dicen, y Víctor había sobrepasado esa línea, y no podía permitir tal falta de respeto y profesionalismo.

Al llegar a mi casa, me despedí de Jean y eché un vistazo al reloj. Faltaban diez minutos para las doce del mediodía. Decidí darme una ducha relajante para despejarme antes de salir de nuevo. La idea era ir a almorzar al restaurante que había visitado anteriormente con Kevin; necesitaba un cambio de ambiente y un poco de tranquilidad.

La ducha fue un alivio. El agua caliente relajó mis músculos tensos y despejó mi mente, ayudándome a dejar atrás el enojo acumulado. Me vestí con un conjunto elegante pero cómodo, adecuado para un almuerzo informal en el restaurante. Opté por un conjunto de pantalón y chaqueta azul marino que resaltaba con un corte sencillo pero sofisticado, complementado con unos tacones algo bajos y una ligera capa de maquillaje.

Salí de casa y me dirigí al restaurante. Al llegar, me senté en una mesa cerca de la ventana, con una vista que daba a la calle. Miré el menú, decidiendo entre las opciones disponibles. Me sentía en un estado de tranquilidad, disfrutando el ambiente relajado del lugar, cuando de repente una presencia se materializó frente a mí.

—¿Se ofrece algo madame? —preguntó una voz suave, casi seductora.

Levante la vista, esperando ver al camarero, pero en su lugar, me encontré con la figura de un hombre alto y elegante. La mirada penetrante y el aura carismática eran inconfundibles.

—Oh, Alastor. —dije, sorprendida y con una sonrisa que reflejaba tanto sorpresa como placer—. No esperaba encontrarte aquí.

—Qué agradable sorpresa, querida. —dijo Alastor, su voz rebosante de una mezcla de misterio y encanto—. ¿Puedo acompañarte?

—Por supuesto, siéntate. —lo invité, señalando la silla frente a mí—. Estaba justo a punto de hacer mi pedido.

Alastor se acomodó en la silla con una gracia impecable, y pronto el camarero llegó para tomar nuestro pedido. Después de hacer nuestras elecciones, la conversación fluyó con naturalidad.

—Siempre es un placer encontrarme contigo en un lugar tan encantador —comentó Alastor, inclinándose ligeramente hacia mí con un aire de confidencialidad.

—Lo mismo digo. —respondí, sintiendo una extraña mezcla de alivio y excitación al tenerlo cerca—. De hecho, estaba pensando en llamarte más tarde para que vinieras a mi casa. Tenía algunas cosas que quería discutir contigo.

—¿De verdad? —preguntó Alastor, sus ojos brillando con interés—. Me halaga que quieras verme, Tn. Y me imagino que también tienes algo más en mente, ¿no es así?

—Podría ser. —admití, con una sonrisa juguetona—. A veces, me gusta tener conversaciones más... privadas.

Mientras conversábamos sobre temas vagos y variados, el ambiente entre nosotros comenzó a cargarse de una tensión sutil pero palpable. Alastor se inclinó un poco más hacia mí, su tono de voz se volvió casi un susurro sensual.

Mi corazón latía con fuerza mientras trataba de mantener la compostura. La conversación se volvía cada vez más sugestiva, y la tensión entre nosotros se hacía casi tangible

—¿Sabes? —dijo Alastor, sus labios curvándose en una sonrisa misteriosa antes de sorber de su copa de vino —. La otra anoche casi me sorprendo cuando me atacaste. Pero no esperaba que me atacaras saltando a mi espalda. —Hizo una risueña pausa para continuar.— Me pregunto si alguna vez pensaste en cómo sería... acabar conmigo.

Sinfonía de la muerte (Alastor x Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora