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Al llegar a mi habitación, cerré rápidamente la puerta detrás de mí y me apoyé en ella, dejando que una mezcla de nerviosismo y provocación se liberara de mi pecho. No iba a darle el gusto a Alastor de provocarme sin que él recibiera un poco de su propia medicina.

Me dirigí a la cama y me puse mi cómodo pijama negro. Los finos tirantes descansaban en mis hombros, y el escote decorado con delicado encaje realzaba el conjunto. El pantalón de suave satén se ajustaba perfectamente a mis caderas. Con mi pijama ya listo, decidí poner fin a este día tan atareado.

Al acostarme y sentir el peso de las sábanas, caí rápidamente en los brazos de Morfeo.

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Un fuerte estruendo me arrancó del sueño, haciéndome abrir los ojos de golpe. Miré alrededor, desorientada, mientras mi corazón latía con fuerza. El reloj marcaba apenas las seis de la mañana. "¿Qué demonios está pasando?" me pregunté, levantándome de la cama con cierta torpeza.

Aún vestida con mi pijama de satén negro, que se aferraba a mi piel con una suavidad sensual, me dirigí hacia el origen de aquel ruido: la cocina. A medida que me acercaba, el aroma del café recién hecho se mezclaba con el caos, creando una mezcla de calma y confusión.

Al llegar, la escena que encontré fue completamente inesperada. Alastor, de pie con un sartén en el suelo y una expresión entre sorprendido y avergonzado, parecía estar intentando preparar el desayuno. El caos reinante en la cocina indicaba que su intento no estaba resultando como esperaba.

—Buenos días, querida —dijo Alastor con su característica sonrisa juguetona, inclinándose para recoger el sartén caído—. No quería despertarte tan temprano, pero parece que la cocina no está de acuerdo conmigo hoy.

A pesar de mi irritación inicial, no pude evitar sonreír. Ver a Alastor, siempre tan seguro de sí mismo, luchando con algo tan cotidiano era ciertamente una visión inesperada.

—Buenos días, Alastor —respondí, acercándome a la cocina—. ¿Qué estás intentando hacer?

—Pensé que podríamos empezar el día con un buen desayuno, preparado por mí, claro —dijo, enderezándose y mostrando una mezcla de orgullo y torpeza—. Aunque no lo parezca, soy un excelente chef, solo que no estoy recibiendo la complicidad necesaria de los utensilios.

Solté una pequeña risa y me acerqué para ayudar. Juntos, empezamos a organizar los ingredientes esparcidos por la encimera.

—Déjame ayudarte —dije, tomando el sartén de sus manos—. ¿Qué tenías en mente?

—Oh no, por favor, querida, siéntate. Hice café —respondió Alastor, relajándose un poco ahora que estaba allí—. Nada demasiado complicado, solo unos huevos revueltos y tostadas.

Me senté en uno de los taburetes, observando cómo Alastor recuperaba su compostura y comenzaba a cocinar con una destreza sorprendente. Sus movimientos eran precisos y elegantes, como si estuviera interpretando una danza en la cocina. En pocos minutos, el caos se transformó en un espectáculo de habilidad culinaria.

El aroma de los huevos revueltos y las tostadas invadió la cocina, mezclándose con el café. Alastor sirvió los platos con una floritura exagerada, colocándolos frente a mí con una sonrisa triunfante.

—Voila! Desayuno a la Alastor —dijo, sentándose a mi lado—. Espero que te guste.

Tomé un bocado, saboreando la perfección de los huevos y el crujido de la tostada. No pude evitar sonreír, impresionada por sus habilidades.

—Está delicioso, Alastor —dije sinceramente—. Eres un hombre de muchos talentos.

—Solo lo mejor para ti, querida —respondió con un breve guiño y su voz llena de un tono suave y seductor.

Sinfonía de la muerte (Alastor x Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora