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El cuarto estaba sumido en una suave penumbra cuando abrí los ojos. Era temprano, lo sabía por la luz tenue que se filtraba entre las cortinas cerradas. Ya habían pasado tres días desde que había recuperado la conciencia, y aunque mi cuerpo había mejorado considerablemente, mi paciencia se agotaba con rapidez.

El dolor persistente en mi abdomen me recordaba que aún no estaba al cien por ciento, pero ya no me importaba. Mi piel ya no estaba pálida, mi voz volvía a sonar fuerte y clara, y aunque los dolores de cabeza todavía me acompañaban, sabía que podía manejarlo. Lo que no podía manejar era estar en esta casa un día más. Me estaba sofocando. Alastor estaba sobre mí como un guardián, más protector de lo que jamás lo había visto. Y lo entendía, de verdad, pero... ya era demasiado.

—Ten, querida —Su voz profunda rompió el silencio de la habitación mientras se acercaba con una taza humeante en la mano.

Me senté lentamente en la cama, sintiendo un ligero tirón en el abdomen que me hizo fruncir el ceño por un segundo. Levanté la mirada para encontrarme con sus ojos, que no apartaban la vista de mí, atentos a cada mínimo gesto.

—Gracias —murmuré, tomando la taza que me ofrecía.

El vapor que subía de la infusión tenía un aroma fuerte, casi desagradable. Una mezcla de hierbas que Alastor preparaba con el mayor de los cuidados, asegurando que me ayudarían a sanar más rápido. Tomé un pequeño sorbo, sintiendo el amargo sabor extenderse por mi boca. Hice una mueca involuntaria, pero traté de disimularla.

Pero como siempre, lo notó.

—Sé que no es la más deliciosa —dijo con una media sonrisa—, pero es necesaria. Te estás recuperando, pero aún no estás lista para volver a tus actividades habituales. Tu cuerpo sigue delicado, Tn. Necesitas descansar.

"Delicada". Esa palabra resonaba en mi cabeza como un eco molesto cada vez que la pronunciaba. Era como si fuera una muñeca frágil que en cualquier momento podría romperse. Mi cuerpo podía tener algunas molestias, pero ya no me sentía débil, ni incapaz de valerme por mí misma. Ya me sentía más que lista para volver al ruedo.

Respiré hondo, tratando de mantener la calma.

—Alastor—empecé, dejando la taza a un lado—, entiendo que estés preocupado, pero... ya me siento mejor. Quiero volver a mi casa. Necesito resolver lo de Peyster, comunicarme con Jean, y...

—No —me interrumpió antes de que pudiera continuar, su tono firme, aunque mantenía su habitual calma. Se acercó un paso más, como si fuera a retomar una discusión que ya había tenido en su cabeza mil veces—. No vas a ir a ninguna parte hasta que estés completamente recuperada. Jean puede esperar, y lo de Peyster también. No voy a arriesgarte. ¿Qué harías si te lastimas de nuevo?

Mi paciencia, que ya pendía de un hilo, se tensó aún más.

—Estoy bien. Solo me duele un poco cuando hago movimientos bruscos, pero eso no significa que no pueda moverme o hacer mis cosas. No puedo quedarme aquí sin hacer nada.

Su expresión cambió apenas, como si no le sorprendiera mi reacción, pero tampoco estuviera dispuesto a ceder. Se acercó y se sentó en el borde de la cama, tomando mi mano con la suya. La calidez de su toque, normalmente reconfortante, solo me hizo sentir más atrapada.

—Querida... —susurró, su tono suave, como si intentara calmar una tormenta antes de que estallara—. No voy a dejar que te esfuerces innecesariamente. Sé que te sientes mejor, pero no estás lista para salir a tu agitada rutina. Necesitas más tiempo.

Suspiré, soltando su mano y apartando la mirada. Sabía que sus intenciones eran buenas, pero estaba agotada de estar bajo su constante vigilancia. No podía ni levantarme sin que él apareciera a mi lado en un segundo, llevándome de vuelta a la cama, como si fuera a colapsar en cualquier momento.

Sinfonía de la muerte (Alastor x Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora