El lunes llegó más rápido de lo que esperaba. El fin de semana en casa de Fyodor había sido una especie de burbuja, una pausa extraña en la que los dos habíamos encontrado cierta comodidad.
Pero ahora, mientras él conducía su coche en dirección a la universidad, la realidad empezaba a filtrarse de nuevo. Las calles de Yokohama estaban tranquilas a esa hora de la mañana, con el aire frío pegándose a la piel y el cielo nublado filtrando la luz del sol en un tono gris.
Cuando estábamos a unas cuadras de la universidad, Fyodor giró en una calle lateral y se detuvo. Me sorprendió que no me dejara justo en la entrada, pero supuse que no quería llamar la atención. Nos quedamos en silencio unos momentos, y el ambiente se volvió un poco incómodo. Yo jugueteaba con el borde de mi mochila, sin saber muy bien qué decir o cómo despedirme después de todo lo que había pasado durante el fin de semana.
Finalmente, decidí romper el silencio. Mi voz salió más baja de lo que pretendía, apenas un susurro:
—Me lo pasé bien.
Fyodor giró ligeramente la cabeza para mirarme. Su expresión era tan tranquila como siempre, pero había algo en su mirada que me hizo pensar que también había significado algo para él.
—Yo también —respondió, con ese tono calmado que parecía guardar siempre un secreto.
Sentí que un nerviosismo extraño se apoderaba de mí, así que me removí en el asiento y abrí la puerta del coche rápidamente, casi como si tuviera miedo de quedarme ahí un segundo más.
Bajé de un salto, ajusté la correa de mi mochila sobre el hombro y me volví hacia él con una sonrisa que esperaba pareciera más segura de lo que me sentía.
—Nos vemos en clase, Dos-kun —dije, sin mirarlo directamente a los ojos. Me di la vuelta antes de que pudiera responder y comencé a caminar en dirección a la universidad.
Cada paso que daba, sentía que la tensión en mi cuerpo se iba desvaneciendo lentamente. A medida que me acercaba al campus, el bullicio de la gente y el sonido de las conversaciones me devolvían a la realidad cotidiana.
Cuando finalmente llegué a la entrada, el edificio se alzaba frente a mí con su habitual aspecto imponente y familiar. Las escaleras que llevaban a la entrada principal estaban llenas de estudiantes y el ambiente tenía esa energía caótica que sólo se siente un lunes por la mañana.
Entré al aula con unos minutos de antelación. La mayoría de mis compañeros ya estaban allí, sentados en grupos dispersos, charlando y riendo como si nada en el mundo pudiera preocuparlos. Atravesé el aula hacia el fondo, donde estaban mis amigos.
Sigma, Chuuya y Dazai estaban reunidos alrededor de una de las mesas, conversando animadamente sobre algo que no alcancé a oír. Tan pronto como me vieron, sus miradas se dirigieron hacia mí con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
Mientras continuábamos conversando sobre películas y planes, de repente, sentí la presencia de mis amigos acercándose a nuestra mesa. Chuuya, Dazai y Sigma se unieron a nosotros, todos con miradas curiosas y una energía un tanto inquieta. Era como si el ambiente se hubiera llenado de un nuevo tipo de tensión, una que provenía de sus preguntas no formuladas.
—¡Hey, Nikolai! —saludó Chuuya, con un tono más amistoso de lo que esperaba—. ¿Qué tal la pelea? ¿Ganaste, o te llevaron de paseo? —Su risa sonó enérgica, pero había un atisbo de preocupación en su mirada.
Me encogí un poco, tratando de esquivar el tema. —Eh, no fue nada, sólo un par de golpes. —Intenté sonreír, pero seguramente no fue convincente. La verdad es que me sentía un poco jodido después de todo, pero no quería que lo notaran.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
ФанфикшнA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
