📚Capítulo 52📚

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El silencio de la habitación fue lo primero que noté al despertar. Abrí los ojos lentamente, parpadeando hacia el techo mientras intentaba recordar dónde estaba. Un vistazo rápido a la cama de al lado confirmó que Fyodor no estaba allí. Su lado estaba perfectamente arreglado, como si nunca hubiera dormido en él.

Me quedé mirando por unos segundos, el vacío en el colchón era casi tan palpable como el que sentía en mi pecho. Resoplé, sacudiendo la cabeza. No pienses en eso, Nikolai. No empieces el día así. Me levanté, desperezándome con un suspiro antes de dirigirme al baño para una ducha rápida.

El agua caliente hizo poco por relajarme. Mi mente seguía repasando cada palabra, cada mirada, cada error de la noche anterior. Quería creer que podía arreglarlo, que todavía había esperanza, pero una pequeña voz insistía en recordarme que Fyodor era un maestro en ocultar sus verdaderos sentimientos. Si estaba molesto, probablemente lo descubriría demasiado tarde.

Me sequé y me vestí, eligiendo algo casual, pero no descuidado. Mientras me ponía los zapatos, mis ojos se posaron en la mesilla donde guardaba el regalo del día: una pequeña pluma estilográfica de edición limitada, con su nombre grabado en el cuerpo. Algo clásico, elegante, útil... algo que pensé que le gustaría.

La saqué del cajón y la coloqué en la mesilla de Fyodor, justo al lado de su almohada. Esta vez, no había nota. Decidí que lo simple sería mejor, al menos por hoy. Miré el reloj. Era hora de desayunar.

El comedor estaba lleno, con el bullicio habitual de las mañanas. Tomé una bandeja y escogí lo primero que vi: un poco de fruta, un croissant y un café. La verdad, no tenía mucho apetito, pero necesitaba mantener las apariencias.

Mientras buscaba dónde sentarme, una pareja en una mesa cercana llamó mi atención: Dazai y Chuuya. Estaban juntos, más juntos de lo habitual. Dazai tenía una mano casualmente apoyada en el hombro de Chuuya, y ambos estaban hablando en voz baja, compartiendo sonrisas que, para cualquiera que los conociera, parecían completamente fuera de lugar.

Sonreí para mis adentros. Vaya, así que también saben ser cariñosos. Caminé hacia ellos, levantando una mano en señal de saludo antes de dejar mi bandeja en su mesa.

—¿Interrumpo? —pregunté, tomando asiento sin esperar respuesta.

Dazai, siempre rápido con una réplica, sonrió con picardía.

—Para nada. Aunque deberíamos preguntarte lo mismo. ¿Qué haces deambulando tan temprano? ¿Buscando inspiración para más dramas románticos?

Chuuya le lanzó una mirada de advertencia antes de mirarme.

—¿Cómo estás, Nikolai? —preguntó, con una sinceridad que me pilló un poco desprevenido.

Suspiré, tomando un sorbo de café antes de responder.

—He estado mejor. La verdad... creo que estoy arruinándolo todo.

Ambos se inclinaron ligeramente hacia adelante, interesados. Dazai parecía más divertido que preocupado, mientras que Chuuya fruncía el ceño ligeramente, como si intentara descifrar lo que quería decir.

—¿Arruinando qué exactamente? —preguntó Chuuya.

Dejé la taza en la mesa, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Mi plan. El de reconquistar a Fyodor. Siento que cada cosa que hago lo aleja más de mí. Ayer metí la pata tan estúpidamente que... no sé. Quizás debería dejar de intentarlo. Quizás sería mejor dejarlo en paz.

Dazai negó con la cabeza, su sonrisa desvaneciéndose un poco.

—Eso no suena como el Nikolai que conocemos. ¿Qué pasó con el tipo que no se rinde ante nada?

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