El día se había deslizado sin compasión, como un reloj que avanza implacable. Mis pensamientos seguían atrapados en la cercanía que había compartido con Fyodor, recordando cada detalle de nuestro encuentro anterior en su despacho. El roce de su piel había encendido algo dentro de mí, como si el mundo se hubiera desvanecido, dejándonos a los dos en una burbuja de intimidad. Pero esa burbuja había estallado, y ahora me encontraba aquí, en una nueva jornada que prometía ser igual de complicada.
Al salir de la clase, el aire fresco de la mañana me golpeó, y el sol brillaba con intensidad. Caminé por el pasillo, sintiendo el murmullo de los estudiantes a mi alrededor. Las risas y las conversaciones eran un ruido de fondo mientras mi mente seguía regresando a la calidez de aquel momento. ¿Cómo era posible que lo que había sido tan significativo se desvaneciera tan rápidamente?
Mientras caminaba, recordé los tatuajes que le había mostrado a Fyodor, cada uno un fragmento de mi historia. Aquellas imágenes grabadas en mi piel representaban mis luchas, mis esperanzas y la esencia misma de lo que era. Pero ahora, me sentía como un extraño en mi propia vida, perdido entre el pasado y el presente.
La sensación de desconexión se intensificó cuando vi a un grupo de estudiantes riendo en la esquina. Al pasar junto a ellos, noté cómo sus risas se interrumpieron por un breve momento, sus miradas curiosas seguían mi paso. ¿Qué pensaban de mí? La preocupación y el juicio ajeno nunca se desvanecían del todo. Sin embargo, sabía que debía seguir adelante, que no podía dejar que esas miradas me afectaran.
Fue entonces cuando algo en la distancia llamó mi atención. En el patio, el sol iluminaba el rostro de Yumi, quien se encontraba hablando con un chico. A primera vista, todo parecía normal, pero al acercarme, me di cuenta de que la situación era tensa. El chico la tenía acorralada, y su postura agresiva provocaba un malestar que me erizó la piel.
Conocía a Yumi. La había visto varias veces en el campus y había intentado acercarme a ella en más de una ocasión. Era hermosa, y tenía un brillo en sus ojos que capturaba la atención de cualquiera. Recuerdo que en ocasiones me había hecho sentir como un niño tonto por intentar impresionarla, pero eso nunca me había detenido. Ahora, ver la angustia en su rostro me sacó de mi ensueño.
Sin pensarlo, corrí hacia ellos, dejando atrás cualquier pensamiento de inseguridad.
-¡Hey! ¡Suelta a la chica!.- grité, mi voz resonando en el aire con una mezcla de determinación y rabia. El tipo se giró hacia mí, y por un momento, su expresión de sorpresa me dio una pequeña satisfacción.
Pero esa satisfacción fue fugaz; su mirada se tornó despectiva al instante.
—¿Y tú quién te crees? —preguntó, chasqueando la lengua como si estuviera desestimando mi presencia.
—No soy un héroe, pero no me quedaré de brazos cruzados mientras un cobarde se mete con una mujer —respondí, avanzando un paso, sintiendo que la adrenalina comenzaba a fluir en mis venas.
El tipo me observó, y su actitud se tornó arrogante. "No vale la pena, hombre", dijo, encogiéndose de hombros. Pero no se retiró del todo; había desconcertado su agresión.
—Lo siento —murmuró Yumi, visiblemente afectada, mientras la miraba a los ojos. Su vulnerabilidad me golpeó con fuerza.
Sin pensarlo, la atraje hacia mí, envolviéndola en un abrazo. Su cuerpo temblaba contra el mío, y la imagen de su angustia me atravesó el pecho como una daga.
-Shh, está bien.-murmuré, acariciando su cabello mientras sentía sus lágrimas empapando mi camiseta.
—No quería que esto sucediera —dijo entre sollozos, su voz temblorosa.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
Fiksi PenggemarA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
