📚Capítulo 15📚

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Terminé de colgar las últimas luces sobre el toldo improvisado en la zona de las mesas, y retrocedí un paso, admirando nuestro trabajo. El campus de Psicología ahora parecía un club nocturno en miniatura. Las luces centelleaban y el sonido de la música se escuchaba de fondo, mientras otros ayudantes hacían ajustes en los últimos detalles. No quedaba mucho por hacer aquí, y estaba listo para largarme a prepararme. La noche prometía, y yo estaba en el humor perfecto para hacer de esta fiesta un espectáculo inolvidable.

-Bueno, chicos, yo he terminado. Me voy a casa, me cambio, me ducho y a las diez en punto estaré de regreso. No se olviden de reservarme un buen lugar en la barra.- bromeé, soltando un guiño a mis amigos que, entre risas y gestos de aprobación, me despidieron.

Mi moto estaba aparcada a unos metros del campus, donde el sonido aún retumbaba a lo lejos, pero de alguna manera se sentía como el preludio a una noche de desenfreno. Me acomodé en el asiento, encendí el motor y sentí el rugido bajo mi control. El viento comenzó a azotarme cuando me incorporé a la carretera, y con cada kilómetro, la emoción aumentaba. Esta noche iba a dar lo mejor de mí, y cualquiera que quisiera un poco de este espectáculo, bueno, tendría que esforzarse para seguirme el ritmo.

Llegué a mi apartamento, tiré las llaves sobre la mesa de la entrada y me quité la chaqueta de un movimiento. Pasé los dedos por mi cabello, que estaba desordenado y ligeramente alborotado por el viento. Necesitaba una buena ducha. Encendí la música en el altavoz, escogiendo algo que me preparara para el ánimo de la noche: una playlist de clásicos de fiesta que encendía los ánimos al instante. El ritmo pegajoso llenó el espacio, haciendo eco en las paredes y, por un momento, me dejé llevar por la melodía, moviendo los hombros y tarareando mientras me desvestía.

Entré al baño y me miré en el espejo, observando cada tatuaje que adornaba mi piel, cada uno con una historia, cada uno un recordatorio de la vida que había llevado hasta ahora. Sonreí para mí mismo, recordando cuántas veces me habían dicho que me arrepentiría de ellos, pero, para mí, eran como marcas de guerra. Sin pensarlo más, entré en la ducha, dejando que el agua caliente relajara cada músculo y borrara cualquier rastro de agotamiento.

La música seguía sonando a todo volumen mientras me enjabonaba, y en mi mente, ya podía visualizar cada detalle de la noche que estaba por llegar: la gente, la música, el momento en el que la fiesta alcanzara su punto álgido. Una parte de mí disfrutaba esa anticipación, como una droga. Después de un rato, abrí los ojos y dejé que el agua se llevara la espuma, sintiéndome más despejado, más seguro de lo que quería que fuera esta noche. Salí de la ducha, dejando que el vapor se disipara en el baño mientras me envolvía en una toalla y me dirigía de vuelta a la habitación.

El momento de escoger mi atuendo era casi un ritual. Caminé hasta el armario, donde tenía una colección de prendas que no fallaban para estas ocasiones. Opté por una camisa negra ajustada, que resaltaba el tono de mi piel y dejaba entrever los tatuajes en mis brazos; había algo en el negro que hacía que cada detalle de mi apariencia resaltara aún más, como si estuviera destinado a la noche misma. La abotoné lentamente, dejando los primeros botones abiertos, dejando un pequeño indicio de piel y tatuajes a la vista; lo justo para despertar curiosidad.

Los pantalones oscuros, ajustados a las piernas, completaban el conjunto, estilizando cada movimiento. Me miré en el espejo, evaluando cada detalle, y supe que había dado en el clavo. Mis tatuajes, que serpenteaban por mi piel como una historia grabada en carne, asomaban justo en los lugares correctos. Eran parte de mi identidad, parte de la imagen que quería que los demás vieran esta noche. Eran tan parte de mí como lo era esa sonrisa arrogante que esbocé mientras me observaba en el espejo.

Pasé los dedos por mi cabello, aún húmedo, y lo peiné hacia atrás, dejando que cayera con un aire ligeramente desordenado pero calculado, como si no me hubiera esforzado demasiado, aunque en realidad cada detalle estaba meticulosamente planificado. Tomé el frasco de perfume y rocié una buena cantidad en mi cuello, muñecas y detrás de las orejas; un aroma amaderado, fuerte y con toques de especias. Era el tipo de fragancia que dejaba una marca, algo que quedaría grabado en la memoria de cualquiera que se acercara demasiado.

📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora