El trayecto de regreso a casa se desarrolló bajo un silencio tenso, casi palpable. La oscuridad de la noche se filtraba a través de las ventanas, y el único sonido era el zumbido monótono del motor que nos llevaba de vuelta al refugio de Fyodor. Él, con el ceño fruncido y las manos firmemente agarradas al volante, mantenía la mirada fija en la carretera. Por mi parte, el frío de la ropa mojada que se adhería a mi cuerpo apenas podía distraerme del peso opresivo de la situación.
Cuando finalmente llegamos y Fyodor apagó el motor, el silencio se volvió aún más denso. No se movió de inmediato, sino que permaneció quieto, sus ojos oscuros perdidos en algún punto invisible frente a él. La quietud era casi insoportable, y mi pecho se comprimía con cada segundo que pasaba.
Respiré hondo, sintiendo cómo el frío de mis ropas mojadas se colaba por mi piel y me hacía temblar. Me volví hacia él, la ansiedad creciendo en mi pecho.
—¿Estás enfadado? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
Fyodor dejó escapar una risa seca, carente de cualquier atisbo de humor, y finalmente giró la cabeza para mirarme. Sus ojos oscuros, normalmente impasibles, ahora brillaban con una intensidad que me hizo estremecer.
—¿Enfadado? —repitió, su tono goteaba sarcasmo—. No, Nikolai, estoy mucho más allá de eso.
La confesión cayó entre nosotros como un mazazo, y supe que la calma previa al estallido había terminado. Intenté encontrar las palabras, pero la sensación de estar bajo su escrutinio me dejaba sin aire.
—Fyodor, solo quería ayudar a Yuki. No fue lo que parece —dije, aunque incluso a mis oídos sonaba vacío.
Fyodor se giró completamente, sus manos todavía tensas sobre sus rodillas, y su rostro se oscureció con una mezcla de incredulidad y rabia.
—¿Ayudarlo? —su voz subió un poco, un filo agudo en la penumbra—. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? Hace tres días, peleamos por tus celos absurdos, acusándome de cosas por Karma, y ahora resulta que pasas toda la tarde y la noche con tu ex. Y luego te encuentro, empapado y con él también mojado. ¿Qué querías, Nikolai? ¿Qué simplemente lo aceptara?
—¡No es lo mismo! —respondí con más fuerza de la que pretendía, mi frustración brotando sin control—. ¡Tú sabes que no es lo mismo!
Fyodor chasqueó la lengua, su expresión se endureció aún más.
—Dime, Nikolai, cuando te llamé esa tarde y dijiste que no podías verme, ¿era porque estabas con él? ¿Estabas con Yuki mientras yo me preguntaba qué demonios pasaba contigo?
Abrí la boca para responder, pero las palabras se atoraron en mi garganta. Vi cómo sus ojos perdían un poco de la furia y ganaban algo más peligroso: decepción.
La pregunta de Fyodor me golpeó como un puñetazo en el estómago. El silencio que siguió a sus palabras se llenó de un peso insoportable. Sus ojos, antes ardientes de ira, se habían enfriado y algo en su mirada hizo que mi garganta se cerrara.
—Fyodor, no fue así —murmuré, sabiendo que mis palabras sonaban vacías incluso para mí. Pero antes de que pudiera continuar, él levantó una mano, cortándome en seco.
—No quiero excusas, Nikolai. Quiero la verdad. Porque la verdad es que me duele ver cómo una vez más tu pasado vuelve y trastoca todo. Te conozco, sé cómo actúas cuando te sientes culpable. Pero hoy... —Fyodor se pasó una mano por el cabello, exhalando con frustración—. Hoy vi algo más. Vi cómo lo defendías, cómo lo mirabas.
—¡Porque estaba borracho! —grité, perdiendo la compostura. El eco de mi propia voz resonó en el interior del coche, dejándome temblando. El silencio que siguió fue tan profundo que hasta el latido de mi corazón retumbaba en mis oídos.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
FanfictionA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
