Llevo puesta una sudadera negra, de esas gruesas, con una capucha que podría esconderme de todo si la subiera. Las mangas largas me envuelven como una segunda piel, ocultando lo que no quiero que nadie vea. El calor se acumula en mi cuerpo, pegando la tela a mi piel, pero no me importa. Es mejor así. Es mejor que las miradas, que las preguntas, que las posibles reacciones de los demás.
No estoy preparado para eso. Ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Mi corazón da un vuelco tan brusco que casi me duele físicamente. Está frente a mi, su figura delgada y elegante destacando entre la multitud. Lleva una camisa blanca y unos pantalones oscuros, y su cabello negro, despeinado de esa forma que siempre parece perfecta, brilla bajo el sol. Tiene ese porte tranquilo, esa expresión inescrutable que siempre me ha frustrado y fascinado a partes iguales.
Hace tanto que no lo veo. Meses. Meses desde que todo se rompió. Desde que nosotros nos rompimos.
No estoy listo para esto.
Fyodor se detiene a pocos pasos de mí, mirándome con esos ojos violetas que parecen atravesar todas las capas que intento construir para protegerme.
—Hace calor para llevar sudadera, ¿no crees? —dice con su tono suave, casi casual, pero hay algo más detrás de sus palabras. Algo que me hace querer retroceder.
—No es asunto tuyo —respondo rápidamente, mi voz cortante, defensiva.
Sus ojos se entrecierran ligeramente, como si estuviera estudiándome. Ese silencio que sigue es tan pesado que siento que podría aplastarme.
Finalmente, Fyodor habla de nuevo.
—Alexei me llamó. Bueno, mejor dicho, se presentó en Rusia una tarde y me lo contó todo.
Mi cuerpo entero se tensa. Las palabras caen como una bomba, y siento cómo mi respiración se vuelve más rápida, más superficial.
—No me importa lo que Alexei te haya dicho —respondo, intentando mantener mi voz firme, pero el temblor en mis manos me delata.
Fyodor da un paso más cerca, sus ojos fijos en los míos.
—¿De verdad? Porque parece que sí te importa.
—Vete, Fyodor —digo, con más fuerza de la que siento realmente—. No necesito tu pena.
Él frunce el ceño, y por un momento, su máscara perfecta parece resquebrajarse.
—¿Pena? —repite, su tono más bajo, casi dolido—. Nikolai, no estoy aquí por pena.
—Claro que sí —espeto, sintiendo cómo la rabia comienza a burbujear dentro de mí—. Vienes aquí porque Alexei te llenó la cabeza de cosas. Pero no necesito que me salves. Estoy bien.
—No pareces estar bien —dice, sus palabras cortantes como un cuchillo.
Eso es todo. Algo dentro de mí se rompe, y antes de poder detenerme, las palabras salen disparadas de mi boca.
—¡No tienes idea de cómo estoy! —grito, sintiendo cómo mi voz tiembla bajo el peso de la emoción—. No estabas ahí, Fyodor. No estuviste cuando más te necesitaba.
—Deberías haberme llamado —responde, su tono más bajo pero igualmente intenso.
Su declaración me golpea como un puñetazo. Lo miro fijamente, sintiendo cómo la rabia se mezcla con el dolor.
—¿Que debería haberte llamado? —repito, mi voz temblando—. Fyodor, lo hice. Varias veces. De hecho miles de ellas
Por un instante, su expresión cambia. Hay algo en sus ojos, algo que no reconozco.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
ФанфикшнA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
