Los primeros días después de que Fyodor se fue a Rusia fueron... extraños, por decir lo menos. Durante las primeras 48 horas, todo parecía funcionar, o al menos lo intentamos. Hablamos mucho por teléfono, me enviaba mensajes, su voz sonaba más suave, más cercana, como si aún estuviéramos al alcance de la mano. Pero algo cambió conforme la semana avanzaba. La rutina, esa maldita rutina, nos atrapó. Ya no era el mismo, y yo tampoco.
Al principio, me engañaba a mí mismo, pensando que todo estaba bien. Pero la verdad es que la distancia comenzó a hacer su trabajo, se coló silenciosamente entre nosotros, como un veneno sutil. Nuestros mensajes se hicieron más cortos, nuestras conversaciones más breves, y la frecuencia de nuestras llamadas disminuyó, como si de alguna manera ya nos estuviéramos alejando antes de tiempo. Me negaba a aceptar lo que estaba ocurriendo, a reconocer que lo que estábamos viviendo ya no era lo mismo.
El viernes llegó y me sentí inquieto, inquieto de una forma que no había sentido antes. Tomé el teléfono y llamé, esperando escuchar su voz, aunque no tenía idea de qué respondería. Fue él quien contestó, como siempre, pero había algo diferente en su tono, algo más distante, como si estuviéramos de nuevo separados por el abismo de la distancia.
—¿Qué haces? —pregunté, mi voz sonando más baja de lo que pretendía.
—Nada en particular —respondió Fyodor, su voz sonaba casi normal, pero había una leve vacilación. Una que no pude identificar del todo. —¿Tú?
—Nada... solo pensaba en ti. —La mentira salió fácil, demasiado fácil. En realidad, no había pensado en nada más que en él desde que se fue, y aunque intentaba no demostrarlo, esa desesperación comenzaba a comerse mi calma.
De repente, vi cómo su rostro se iluminaba por la luz de su pantalla. Fyodor estaba preparándose para salir. Su figura se movía frente a la cámara, el sonido de su ropa y el silencio pesado entre nosotros hacían que el ambiente se volviera denso.
—¿Vas a salir con tu familia? —pregunté, incapaz de ocultar la inquietud en mi tono. El hecho de que él estuviera preparándose con esa elegancia me descolocó. Por un segundo, un pensamiento cruel me cruzó la mente, pero lo aparté rápidamente. No quería pensar en eso.
Fyodor, sin mirar la cámara, me respondió:
—No, voy a salir con unos compañeros de trabajo. Tengo una reunión con ellos. No voy a poder hablar mucho, pero mañana estaré libre, ¿de acuerdo? —Se notaba que lo decía para tranquilizarme, pero no conseguía calmarme. Algo en su voz me decía que no todo estaba bien, que algo había cambiado.
Asentí en silencio, mi mente comenzando a hacer preguntas que no debía hacer. ¿Por qué tanto secretismo? ¿Por qué la vaguedad al explicar con quién iba a estar? Trataba de ignorarlo, de creerle. De creer que nada había cambiado, que todo seguiría igual. Pero justo en ese momento, escuché una voz que venía de lejos. Era masculina, profunda y clara, como la voz de un hombre joven, algo extraño en la casa de Fyodor. Me tensé al instante.
—¿Quién es ese? —pregunté, mi voz se filtró con una mezcla de nerviosismo y sospecha que no pude evitar. Mi estómago se contrajo y el aire se volvió más denso. El teléfono parecía pesar toneladas en mi mano.
Fyodor no parecía alarmado por mi pregunta, pero hubo una ligera pausa antes de que respondiera. Su voz, ahora algo más fría, dijo:
—Ah, es un compañero de trabajo, su nombre es Iván. Necesitaba una chaqueta, así que vino un momento a mi apartamento.
¿Un compañero de trabajo? Algo no encajaba. No entendía qué era exactamente, pero el malestar crecía dentro de mí. La forma en que Fyodor lo mencionó... tan distante, como si estuviera tratando de justificarlo sin darme demasiados detalles. No me gustaba nada de eso, pero lo único que pude hacer fue asentir, tragando la incomodidad que crecía dentro de mí.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
ФанфикшнA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
