📚Capítulo 66📚

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El sonido de un pitido constante fue lo primero que noté. No era un ruido estridente ni especialmente molesto, pero tenía un ritmo incesante que taladraba mi cabeza como si marcara el paso de los segundos, uno tras otro, demasiado lentos. Intenté abrir los ojos, pero mis párpados parecían de plomo, pesados y pegados como si se hubieran fundido en su lugar.

Solté un leve quejido; al menos eso creo que hice. Sentía la garganta reseca, como si hubiese tragado arena, y el intento de emitir sonido solo la irritó más. Probé mover las manos, pero estaban extrañamente torpes, como si no me respondieran del todo.

—¡Nikolai! —Una voz familiar, urgente, llegó a mí, sacándome del letargo. Oí un ruido de silla al deslizarse, pasos apresurados. Intenté abrir los ojos de nuevo, con más fuerza esta vez.

La luz que inundó mi vista fue demasiado brillante, cegadora. Parpadeé varias veces hasta que las formas comenzaron a definirse. La figura borrosa frente a mí poco a poco cobró nitidez. Alexei. Estaba inclinado hacia mí, los ojos llenos de una mezcla de alivio y preocupación.

—¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? —preguntó, su voz cargada de una intensidad que no terminaba de comprender.

—No lo sé... —mi voz sonó raspada, casi irreconocible. Me aclaré la garganta, pero fue un error. El dolor se intensificó, y solté un leve gemido. Intenté girar la cabeza para observar a mi alrededor. Las paredes blancas, la cama dura, el pitido constante. Todo cayó en su lugar. Al menos, en parte. —¿Dónde estoy?

Alexei suspiró, pasando una mano por su cabello desordenado. Tenía aspecto de no haber dormido en días.

—Estás en el hospital. —Se inclinó un poco más, buscando mi mirada. —Te dio un coma etílico, Nikolai. Llevas dos días inconsciente.

—¿Qué? —Intenté incorporarme de golpe, pero mi cuerpo protestó. El dolor de cabeza me golpeó con fuerza, y un mareo intenso me obligó a recostarme de nuevo. Cerré los ojos, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. —No... no entiendo. ¿Qué pasó?

Alexei se sentó en el borde de la cama, apoyando las manos en sus rodillas.

—¿No recuerdas nada?

—Solo... —me esforcé por pensar, por encontrar algún fragmento que me ayudara a unir las piezas. Imágenes vagas comenzaron a aparecer. Luces, música, risas. —Recuerdo ir a la fiesta, beber un poco, bailar... pero después... nada. Todo está en blanco.

Alexei asintió lentamente, como si hubiese esperado esa respuesta. Sus labios se tensaron en una línea delgada antes de hablar.

—Bebiste mucho. Muchísimo. Nadie se dio cuenta al principio, porque estabas bailando, riendo... Pero luego empezaste a tambalearte. Intenté sacarte a que te diera el aire, pero... no me escuchabas. Querías seguir bebiendo.

Me pasé una mano por la cara, sintiendo la frialdad de mis dedos contra mi piel caliente. Todo sonaba tan irreal, como si estuviera escuchando la historia de otra persona.

—¿Y luego? ¿Qué pasó luego? —pregunté, aunque una parte de mí no quería saberlo.

Alexei vaciló. Había algo en su expresión que me hizo sentir un nudo en el estómago.

—Luego te desmayaste. No respondías, no despertabas. Llamamos a una ambulancia, y... bueno, te trajeron aquí.

Me quedé en silencio, dejando que sus palabras se hundieran en mí. La idea de haber llegado a ese punto me resultaba... extraña. Incluso aterradora. Intenté recordar algo más, pero mi mente seguía siendo un abismo.

La culpa comenzó a hundirme lentamente. Mi mente seguía en blanco, pero el peso de las palabras de Alexei era suficiente para hacerme sentir miserable. Me recosté de nuevo en la cama, cerrando los ojos con fuerza, deseando que todo esto fuera solo un mal sueño.

📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora