El viernes finalmente había llegado. Me encontraba en clase, aunque, si alguien me preguntara de qué trataba, no podría responder ni una palabra coherente. ¿Qué estaba viendo? ¿Historia? ¿Teoría? Ni idea. Mi mente se hallaba vagando en un mundo muy diferente, uno de luces de neón y risas estridentes, de adrenalina y terror ficticio. Mis pensamientos volaban hacia ese parque de atracciones especial de Halloween, en el que pronto estaría con Fyodor. Solo imaginarlo hacía que me invadiera un cosquilleo por todo el cuerpo.
Mis ojos miraban por la ventana, enfocándose en las nubes que pasaban lentamente. Como si cada bocanada de aire que tomaba, cada segundo que veía la hora, fueran un paso más hacia la libertad, hacia ese instante perfecto donde solo estaríamos él y yo, en medio de atracciones y sustos de película. Y, claro, un beso robado entre gritos de horror. La idea me sacó una sonrisa que intenté disimular, pero que acabó creciendo al pensar en él.
—Nik, ¿qué te pasa? —La voz de Sigma me sacó de mi ensoñación, y giré para verlo con una ceja levantada. Noté cómo él me miraba entre curioso y divertido, como si supiera que mi mente estaba en cualquier parte menos aquí.
—¿Yo? Nada, nada... —dije, sin lograr contener una sonrisa más amplia.
—¡Ja! Sí, claro. Seguro que estás pensando en algo grande —intervino Chuuya desde su lugar, lanzándome una mirada burlona.
Dazai también se unió. —Oh, por supuesto. Él es todo misterio hoy —dijo, observándome con ese tono que usaba cuando estaba en uno de sus modos curiosos.
Me encogí de hombros con fingida indiferencia, aunque el brillo en mis ojos me delataba. —Bueno, si quieren saberlo... tengo un plan increíble para esta noche.
Akutagawa y Atsushi me miraron, ambos con expresiones escépticas, pero yo ya estaba demasiado envuelto en mi propio entusiasmo como para dejarme afectar. —Voy a ir a un parque de atracciones de terror —dije, poniendo especial énfasis en la última palabra, como si fuera el destino más importante del mundo.
—¿Un parque de atracciones? ¿Con quién vas? —preguntó Sigma, frunciendo ligeramente el ceño. Sabía que era raro que saliera con alguien del conservatorio.
Aproveché la oportunidad para dar un pequeño golpe teatral. —Voy con Fyodor.
El silencio cayó sobre el grupo por un instante, y luego todos reaccionaron de golpe. Sigma soltó una carcajada suave, Dazai levantó una ceja con expresión interesada, y Chuuya abrió los ojos un poco más de lo habitual.
—¿Fyodor, el profesor? —preguntó Atsushi, como si no pudiera creérselo del todo.
Asentí, fingiendo una expresión de total inocencia, aunque por dentro estaba disfrutando de sus reacciones.
—El mismo.
—¿Y cómo lograste que aceptara? —preguntó Akutagawa, siempre el escéptico. Lo miré, sin saber si realmente me creía o estaba intentando averiguar si estaba bromeando.
—Ah, soy persuasivo —dije, con un tono que denotaba algo más que simple convencimiento. Me incliné hacia ellos y añadí—: Digamos que tengo mis métodos.
Las risas y exclamaciones se hicieron notar mientras me preguntaban cómo había planeado la salida, por qué un parque de terror, y si tenía algún otro plan. En mi mente, solo pensaba en la emoción de estar con él, de verlo tal vez tan nervioso como yo, de lograr que dejara esa postura de profesor imperturbable, aunque solo fuera por una noche.
Finalmente, el timbre sonó, anunciando la última clase del día, esa clase que estaba esperando. Psicología del Desarrollo, impartida nada menos que por él: Fyodor. Recogí mis cosas de inmediato, con un entusiasmo que apenas podía disimular. Dazai y Chuuya me miraron divertidos, como si no entendieran por qué estaba tan feliz de ir a una simple clase. Pero para mí, no era solo una clase.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
ФанфикшнA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
