📚Capítulo 67📚

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Las luces de la ciudad se reflejan en la capa de nieve que cubre las calles de San Petersburgo, creando un brillo suave y cálido que parece desafiar el frío penetrante del invierno. La gente camina apresurada, envuelta en abrigos gruesos y bufandas, pero entre la multitud, hay un rincón apartado, un espacio donde el tiempo parece detenerse, donde la quietud de la nieve se mezcla con el eco lejano de las risas.

Es uno de esos días de diciembre en los que todo parece estar a punto de ser perfecto. Y, sin embargo, lo que realmente hace que todo se sienta tan... bien, tan completo, es tener a Fyodor a mi lado. Aunque las cosas entre nosotros nunca han sido fáciles -y probablemente nunca lo sean del todo-, hoy, aquí, no hay nada que nos separe. Solo él y yo, compartiendo un momento de paz en medio del caos invernal.

Nos encontramos caminando por un mercado navideño improvisado, los puestos llenos de luces brillantes y decoraciones que relucen con un aire mágico. Vendedores ofrecen productos locales, dulces típicos, y adornos para el árbol de Navidad, pero nosotros nos detenemos frente a una pequeña tienda de chocolates artesanales. La dulzura del aire frío se combina con el aroma a cacao derretido, y no puedo evitar sonreír al ver a Fyodor, con su rostro implacable pero suave en estos momentos, mirando atentamente las ofertas.

-¿Vas a tomar uno? -le pregunto, casi en un susurro, mientras me acerco a su lado.

Él no responde de inmediato, sus ojos recorren las filas de dulces, pero hay una ligera curva en sus labios que me hace pensar que está más relajado de lo que aparenta. Finalmente, se decide por un par de trufas de chocolate oscuro y me las ofrece sin decir nada más. Tomo una, sin poder evitar la risa que surge de la situación. Es una pequeña broma silenciosa entre nosotros; Fyodor, con su apariencia de hombre serio y calculador, disfrutando de algo tan sencillo como chocolate en una fría mañana de Navidad.

-Gracias, Dos-kun -digo con un tono juguetón, y él, aunque sigue siendo él, no puede evitar un pequeño sonrojo al escuchar el apodo.

Tomamos asiento en una banca cercana, observando cómo las luces de Navidad iluminan las caras felices de las personas que nos rodean. El cielo es gris, pero la nieve caída da una sensación de suavidad que envuelve todo. Masticamos lentamente los chocolates, disfrutando del momento de tranquilidad. Para alguien como yo, acostumbrado a la prisa y a las complicaciones de la vida, este tipo de calma se siente como un respiro. Un respiro que, aunque no se ha ganado del todo, es lo más cercano a la felicidad que he tenido en mucho tiempo.

Nos mantenemos en silencio por unos minutos, no incómodo, sino confortable. Como si el simple hecho de estar juntos, sin palabras, sin grandes declaraciones, fuera suficiente.

-¿Sabes? -comienza Fyodor, rompiendo el silencio mientras me observa con una mirada que, aunque fría, lleva consigo un toque de suavidad-. Creo que es lo mejor que hemos hecho, alejarnos un poco de todo.

Mi corazón da un pequeño salto ante sus palabras, y es que... no sé si me atrevería a llamarlo un "nosotros" del todo. Pero hay algo en su tono que, por primera vez, me hace pensar que quizás estamos más cerca de lo que pensamos.

-Sí -respondo, con una sonrisa tranquila-. Tal vez el problema es que nunca supimos darnos espacio. Ahora que lo estamos haciendo... parece que las cosas van mejor.

Mi mirada se encuentra con la suya y, por un momento, siento que todo el ruido del mundo se desvanece. No importa lo que hayamos pasado, lo que sea que nos haya separado, en este instante, las cicatrices ya no importan. Somos solo dos personas que, por fin, se dan la oportunidad de estar juntos sin las presiones del pasado, sin las dudas del futuro.

Me concentro en la sensación cálida que me invade cuando siento su mano cerca de la mía. Sin decir una palabra, nuestros dedos se entrelazan, como si el contacto físico fuera suficiente para decir lo que las palabras no alcanzan a expresar. En todo este tiempo, la distancia emocional que nos separaba parece desvanecerse. Ya no tengo miedo de acercarme a él, ya no tengo miedo de lo que pueda pasar.

📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora