Me quedé allí, inmóvil, sin poder quitar los ojos de Fyodor. Lo veía en su calma habitual, esa tranquilidad que siempre me desconcertaba. La chica, que ya no se molestaba en intentar avanzar más rápido, seguía a mi lado, notando mi desinterés total por continuar con lo que, evidentemente, pensaba que sería una noche divertida. Pero yo no podía dejar de mirarlo. No podía.
Ella se quedó quieta, viendo cómo no la seguía y frunciendo el ceño, como si todo esto fuera un chiste malo, como si yo fuera una especie de tonto. Al principio, trató de llamar mi atención de nuevo, acercándose con una sonrisa, pero yo seguía allí, con los ojos clavados en Fyodor.
Finalmente, suspiró con exasperación, y su voz, que antes era juguetona, se volvió algo más amarga.
—¿Tienes algún problema? —dijo, como si no entendiera qué rayos estaba pasando.
Chasqueé la lengua, sintiendo el mareo del alcohol en mi cabeza, la neblina de la borrachera arremolinándose dentro de mí. Me di la vuelta, mirándola solo por un segundo antes de darle las llaves de mi casa pero no las cogió
—Sube, te dejo las llaves. Tengo que hablar con un amigo. —Mi tono fue frío, directo, como si no me importara lo más mínimo lo que ella pensara.
Ella me miró como si fuera un completo idiota, sus ojos entrecerrados llenos de incredulidad.
—¿Qué? ¿Ahora te has vuelto tan importante? ¿En serio? —dijo con desdén, pero lo dijo más para sí misma que para mí.
Y antes de que pudiera reaccionar, dio un paso atrás y me lanzó una mirada llena de desprecio.
—Flipante. Paso, tío. Me voy a mi casa. —Su tono dejó en claro que no tenía ni la más mínima intención de seguir intentando complacerme.
Rodé los ojos. ¿En serio? Claro, porque es tan fácil desechar a alguien cuando las cosas no salen como se esperan. Pero eso me dio igual. Lo que me dolía, lo que realmente me pesaba, era que no podía dejar de mirar a Fyodor. El simple hecho de que estuviera allí, en ese momento, como si no hubiese pasado el tiempo, como si no nos hubiésemos roto en mil pedazos, me carcomía.
La chica me dio la espalda con un gruñido, y sin decir una palabra más, comenzó a caminar hacia la puerta del vestíbulo. Yo la observé un par de segundos, sintiendo cómo la frustración y la confusión se mezclaban en mi estómago, como si todo lo que había estado haciendo no tuviera ningún sentido. ¿De verdad me importaba eso? ¿De verdad me importaba más que lo que veía en Fyodor? Ni siquiera estaba seguro.
Cuando la puerta se cerró tras ella, me quedé parado en la entrada del edificio, mirando el suelo. Mi cabeza daba vueltas, pero el alcohol ya no me ayudaba tanto. Me sentía cansado, más allá del cansancio físico, como si hubiera estado corriendo en círculos durante años. Había algo dentro de mí, algo que me pedía que no lo dejara ir.
Algo que me obligaba a quedarme, aunque no supiera qué hacer o decir.
Finalmente, me crucé de brazos, intentando mantenerme de pie. Las piernas me temblaban como si no fueran mías. El cansancio se había apoderado de mí, pero mi mente seguía dando vueltas, una espiral de pensamientos oscilando entre la rabia, el dolor y una especie de vacío desesperante.
Entonces, me giré hacia él. Fyodor estaba allí, impasible, sin mover un músculo, como si el mundo no tuviera más peso que la ligera corriente de aire que entraba por la ventana. Por un momento, el silencio lo envolvía todo, hasta que por fin, tomé una respiración profunda.
—Gracias, querido amigo —dije, con la voz rasposa y quebrada por el alcohol. No sabía si me refería a él o si estaba hablando más conmigo mismo. Sentí que la frustración me inundaba, esa necesidad de decir algo, aunque no supiera qué—. Gracias por joderme el polvo que podría haber tenido. Pero claro, no podía ser tan fácil, ¿verdad?
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
ФанфикшнA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
