El sol se filtraba a través de las grandes ventanas de la biblioteca, proyectando luces y sombras que danzaban sobre las mesas de estudio. Era un ambiente tranquilo, un refugio de calma en medio de la tormenta que se avecinaba en mi vida personal. El olor a papel viejo y encuadernaciones desgastadas me envolvía, pero no podía disfrutarlo completamente. Después de la discusión con Fyodor hacía dos días, había estado evitando sus clases y, con eso, su mirada incisiva. Sin embargo, al final, tenía que enfrentar la realidad: el trabajo que me había dejado era una obligación que no podía eludir.
Me senté en una de las mesas, lejos del bullicio de los estudiantes que charlaban y reían en voz baja. Abrí mi laptop, el teclado familiar bajo mis dedos, y traté de centrarme en el proyecto. El trabajo era un análisis sobre la teoría del apego, un tema que, de alguna manera, se sentía personal. Pensé en las relaciones, en las conexiones que se formaban y se rompían, y en cómo las experiencias pasadas moldeaban nuestras emociones y comportamientos. La ironía no se me escapaba: me encontraba allí, lidiando con mis propios apegos y desgarros.
A medida que las palabras comenzaban a fluir, el tiempo se desvanecía. La teoría del apego se convirtió en un laberinto de conceptos y estudios de casos que intentaba comprender. Sin embargo, en cada párrafo, la imagen de Fyodor se colaba en mis pensamientos. Su expresión seria, su tono autoritario cuando me había confrontado, me hacía sentir como si estuviera siendo examinado en un laboratorio. A veces, me preguntaba si lo hacía intencionadamente, si disfrutaba tenerme en esa posición de desventaja. Pero por más que me molestara, también me hacía reflexionar sobre lo que significaba realmente nuestra relación.
Mientras las horas pasaban, sentí cómo la frustración se apoderaba de mí. Sabía que debía hacer este trabajo, no solo por cumplir, sino por demostrarle que podía manejarlo sin su ayuda. En el fondo, anhelaba su reconocimiento, su validación. Quería que se diera cuenta de que había crecido, que no era solo un niño que necesitaba ser guiado. Aun así, las palabras en la pantalla empezaron a perder su sentido, y el trabajo se volvió una tarea monumental que amenazaba con aplastarme.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, terminé el trabajo. Miré la pantalla, sintiendo una mezcla de satisfacción y agotamiento. Había luchado con cada frase, pero lo había logrado. Me estiré en la silla, sintiendo cómo la tensión se desvanecía de mis músculos, aunque la presión de la inminente reunión con Fyodor seguía pesando sobre mí. Con determinación, guardé el documento y me levanté de la mesa.
Era hora de ir al despacho de Fyodor.
El pasillo estaba tranquilo, apenas interrumpido por el murmullo de otros estudiantes que salían de las aulas. Me detuve frente a la puerta de su despacho, tomando un momento para respirar profundamente antes de abrirla. Sin llamar, giré el pomo y entré. Fyodor estaba allí, revisando un montón de papeles en su escritorio. Su ceño fruncido y la mirada intensa me hicieron sentir como si hubiera interrumpido algo importante.
—Cierra la puerta —dijo sin levantar la vista, su tono impasible y directo.
Chasqueé la lengua, pero lo hice. Cerré la puerta detrás de mí, sintiendo cómo la tensión en el aire se espesaba. Me acerqué a su escritorio, sintiendo el pulso de la incomodidad entre nosotros.
—Aquí está —dije, dejando el trabajo sobre la superficie de su escritorio.
Fyodor finalmente levantó la vista, sus ojos se posaron en los papeles antes de encontrarme. Su expresión era de desdén, y eso me irritó.
—No parece que hayas dedicado el tiempo suficiente a esto, Nikolai. Si lo hubieras hecho, tal vez no habrías estado evitando mis clases.
Mis músculos se tensaron ante su crítica.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
FanfictionA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
