Después de una noche llena de emociones intensas, tanto físicas como emocionales, me encontré tumbado en la cama, respirando a un ritmo que poco a poco volvía a la calma. Fyodor estaba a mi lado, su cabello enredado y sus labios aún ligeramente hinchados por los besos que habíamos compartido.
La noche había sido como una tormenta, una que nos había sacudido hasta dejarnos vulnerables y sin ninguna barrera entre nosotros. Me giré hacia él, viendo cómo su pecho subía y bajaba lentamente, y una paz que hacía mucho no sentía comenzó a instalarse en mí.
Con cada respiro, sentía cómo los resquicios de las drogas y el alcohol se disipaban, y con ellos el peso opresivo que llevaba cargando se aligeraba, aunque solo fuera un poco.
Acaricié con delicadeza su mejilla, dejándome llevar por la tranquilidad que irradiaba su presencia. Era casi surrealista tenerlo aquí conmigo después de todo lo que habíamos pasado, como si su sola compañía pudiera calmar el caos que habitaba dentro de mí.
—Deberíamos irnos de aquí por unos días, —murmuró de repente Fyodor, con los ojos entrecerrados mientras su mirada descansaba en el techo, como si ya estuviera planeando algo en su mente.
—¿Irnos? —pregunté, sorprendido por la sugerencia.
Fyodor giró su rostro para mirarme, y en sus ojos había una mezcla de determinación y algo que parecía... ternura. Nunca pensé que él, de todas las personas, fuera el que sugiriera algo así.
—Sí, —asintió. —Fuera de la ciudad, a algún lugar donde podamos desconectar. Ambos lo necesitamos, Nikolai.
Sus palabras resonaron dentro de mí. "Desconectar". Esa sola idea tenía algo de liberador, algo de necesario. Después de la tormenta que habíamos atravesado, alejarme de todo y de todos con él, de alguna forma, parecía lo único que podía salvarme de la desesperación en la que me encontraba atrapado.
—¿Crees que es tan fácil? —pregunté en un tono más vulnerable de lo que pretendía.
Fyodor suspiró, y su mano se deslizó sobre la mía, entrelazando sus dedos con los míos. Fue un gesto simple, pero cargado de una promesa silenciosa.
—Sé que no es fácil, —respondió. —Pero, si hay algo que esta noche me ha demostrado, es que no podemos seguir con este ciclo autodestructivo. Quiero ayudarte, Nikolai. Quiero que, por una vez, dejemos de huir y nos permitamos sentir paz.
Una parte de mí quería responder con sarcasmo, con ese humor oscuro que siempre había sido mi escudo. Pero algo en sus ojos, en el tono suave de su voz, hizo que me tragara esas palabras. Por alguna razón, sentí que esta vez él realmente estaba tratando de alcanzar la parte más rota de mí, esa parte que me costaba admitir que existía.
—Si tú crees que es lo mejor... entonces vamos, —susurré, rendido, porque la idea de escapar a un lugar solo para nosotros, lejos de las luces y el ruido de la ciudad, sonaba casi como una salvación.
Fyodor sonrió, y en su rostro vi un destello de satisfacción, pero también de alivio. Era como si él también estuviera buscando la misma paz que yo, como si también necesitara un respiro de la vida que ambos llevábamos.
La idea de irnos al fin de semana había sido espontánea, y para el momento en el que el viernes anochecía, todo parecía irse alineando para llevarnos lejos de la ciudad y del caos. Con el atardecer comenzando a teñir el cielo de tonos naranjas y púrpuras, Fyodor y yo ya teníamos el auto listo, con nuestras pocas maletas en el asiento trasero y un mapa abierto sobre el tablero.
La cabaña que él había encontrado estaba a unas horas de la ciudad, en medio de un bosque alejado, un lugar donde solo se escucharía el silencio y el murmullo de los árboles.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
ФанфикшнA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
