📚Capítulo 59📚

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El día de Halloween había llegado, y Nikolai se encontraba en clase, rodeado de estudiantes que hablaban animadamente sobre disfraces, fiestas y salidas nocturnas. Sin embargo, él no podía concentrarse. Sus pensamientos volaban hacia Fyodor. Esa mañana había recibido un mensaje que había terminado de romper algo dentro de él.

"Hoy saldré a cenar con mi familia. No podré hablar. Disfruta tu día, Nikolai."

Las palabras eran simples, pero cada letra se le clavó como una espina. Fyodor ni siquiera había mencionado Halloween ni había mostrado interés en saber qué planeaba hacer Nikolai. Era como si su relación no tuviera ningún peso en la vida de Fyodor.

Durante la clase, Nikolai miraba a la nada, perdido en sus pensamientos. No escuchaba al profesor ni a sus compañeros. Su pecho estaba pesado, como si el aire no pudiera llenarlo. Sentía un vacío que solo creció cuando recordó las risas y las conversaciones que solían compartir con Fyodor en días como este. Ahora, esas memorias parecían pertenecientes a otra vida.

Cuando la clase terminó, Nikolai se quedó sentado mientras los demás recogían sus cosas y salían. Alexei, su compañero de asiento y amigo casual, lo observó en silencio. Sabía que algo no estaba bien; Nikolai no solía estar tan ausente. Alexei le dio una ligera palmada en el hombro y, cuando Nikolai lo miró, esbozó una sonrisa amigable.

—Niko, Niko... ¿qué te pasa hoy? Estás más perdido que un fantasma en el día.

Nikolai se esforzó por sonreír, aunque la expresión no alcanzó sus ojos.

—Nada, solo estoy cansado. Ya sabes, cosas de la vida.

Alexei entrecerró los ojos, como si no le creyera, pero no insistió. En su lugar, cambió de tema con entusiasmo.

—Bueno, tengo la solución perfecta para eso. Esta noche hay una fiestecita en el chalet de mis encantadores padres. Va a estar llena de gente interesante, buena música y un bar como no tienes idea. No vas a faltar, ¿verdad?

Nikolai parpadeó, intentando procesar la invitación. Por dentro, quería decir que no, que lo último que necesitaba era una fiesta. Pero al mismo tiempo, sabía que quedarse solo en casa, con sus pensamientos y su corazón pesado, solo lo hundiría más. Así que, como tantas veces antes, se puso la máscara de la despreocupación y sonrió.

—¡Claro que no voy a faltar! ¡Cuenta conmigo! —dijo, con un tono que sonaba más entusiasta de lo que realmente sentía.

Alexei le dio un ligero empujón en el hombro y se rió.

—Eso pensé. Quiero ver tu mejor disfraz, Niko. Nada de ir de aburrido, ¿eh?

Nikolai asintió, aunque ya sabía que probablemente improvisaría algo sencillo. Mientras Alexei se alejaba, emocionado por la fiesta, Nikolai permaneció en su asiento unos segundos más. Su sonrisa se desvaneció lentamente, y dejó escapar un suspiro.

Sabía que aquella fiesta no resolvería nada. Fyodor no estaría ahí, y el vacío seguiría presente. Pero tal vez, solo tal vez, podría olvidar por unas horas lo roto que se sentía por dentro.

Mientras nos dirigíamos al siguiente aula, Alexei caminaba a mi lado, ligeramente más rápido que yo, como si tratara de marcar el ritmo de la conversación que claramente quería iniciar. Sentía su mirada de reojo, una mezcla de curiosidad y preocupación que, para ser sincero, me incomodaba.

—Sabes, no te conozco desde hace tanto como los demás, pero... no me gusta verte así —dijo de repente, rompiendo el silencio con un tono más serio del que estaba acostumbrado a oírle.

Giré la cabeza hacia él, ligeramente desconcertado.

—¿Así cómo?

—No sé, tan apagado. Como si todo el peso del mundo estuviera sobre tus hombros. Y encima, por alguien que, según lo que me dices, ni siquiera te pone atención ni te cuida como debería.

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