El día había sido un caos maravilloso, una sinfonía perfecta de risas, miradas cómplices y momentos que sentía que había esperado desde siempre. Ahora, tumbado en la cama, apenas cubierto por una sábana ligera, mi cuerpo estaba relajado, como si el mundo finalmente hubiera decidido darme un respiro. Fyodor estaba a mi lado, tan cerca que podía sentir el calor de su piel contra la mía, y una sonrisa suave, casi infantil, se formó en mi rostro sin que me diera cuenta.
Había algo extraño y hermoso en la calma que llegaba después de un día así. Todo había empezado por la mañana, con una especie de desenfreno adolescente. Habíamos dejado las conversaciones a un lado, concentrándonos solo en el presente, en los besos apresurados, en las risas ahogadas entre las sábanas, en las caricias que parecían no tener fin.
Y luego, cuando el hambre finalmente nos sacó de la cama, habíamos cocinado algo sencillo, compartiendo risas y bromas mientras nos ensuciábamos con harina y especias. Ahora todo eso parecía tan lejano y, al mismo tiempo, tan parte de este instante perfecto.
Fyodor se movió ligeramente a mi lado, girándose para mirarme con esos ojos oscuros que siempre parecían saber más de lo que decían. Con un movimiento lento y cálido, se acurrucó contra mi pecho, apoyando su rostro justo sobre mi corazón. Su cabello, suave y desordenado, rozaba mi barbilla, y no pude evitar alzar una mano para deslizar mis dedos entre los mechones.
—Eché de menos esto —murmuró con una voz tan baja que casi no lo escucho.
Sentí un nudo formándose en mi garganta. Había algo tan vulnerable en su tono, tan sincero, que me hizo querer congelar este momento para siempre. Lo abracé más fuerte, sin decir nada al principio, dejando que el silencio hablara por mí. Fyodor suspiró, como si ese abrazo fuera todo lo que necesitaba para sentirse completo.
—Yo también —respondí finalmente, con un susurro que se perdió entre su cabello. Dejé caer un beso suave sobre su cabeza antes de continuar—. Eché de menos esto más de lo que puedo explicar. El estar así, contigo, sin que nada más importe.
Fyodor levantó ligeramente la cabeza, mirándome con una mezcla de ternura y algo más profundo, algo que no necesitaba palabras para ser entendido. Su mano encontró la mía debajo de la sábana, y entrelazó sus dedos con los míos de una manera tan natural que parecía que siempre había sido así.
—La distancia es una mierda —dijo de repente, rompiendo la calma con su franqueza.
Me reí, una risa suave y sincera que llenó el cuarto oscuro.
—Lo es. Pero no podemos hacer nada al respecto, ¿no? Al menos no por ahora.
—A veces me pregunto si somos tontos por intentarlo —admitió, desviando la mirada hacia la ventana, donde la luz de la calle se filtraba a través de las cortinas—. Pero luego pienso en ti, en momentos como este, y me doy cuenta de que no podría no intentarlo. No podría no amarte.
Mi pecho se apretó ante sus palabras. Había algo tan honesto, tan real, en cómo hablaba que casi me dolía. Me incliné hacia él, besando su frente con una lentitud deliberada, como si cada segundo contara.
—Fyodor, si hay algo que sé con certeza, es que esto vale la pena. Tú vales la pena. Y aunque la distancia sea una mierda, aunque a veces quiera mandarlo todo al demonio, no hay nadie más con quien prefiera estar.
Sus ojos se encontraron con los míos, brillando con algo que no pude identificar del todo, pero que sentí profundamente.
—Eres demasiado bueno para mí, Kolya.
Me reí de nuevo, esta vez más suave, más triste.
—No digas eso. No se trata de ser bueno o malo. Se trata de nosotros, de lo que tenemos, de lo que queremos construir.
ESTÁS LEYENDO
📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
ФанфикшнA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
