📚Capítulo 48📚

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El día comenzaba a abrirse paso en el horizonte, con el tenue resplandor del sol colándose por las cortinas. Yo, por mi parte, no tenía intención alguna de recibirlo tan temprano. La cama estaba increíblemente cómoda, y el sueño me abrazaba con fuerza. Fue entonces cuando sentí un movimiento que rompió mi burbuja de tranquilidad. Algo, o mejor dicho, alguien, estaba intentando levantarme.

—Arriba, Nikolai. Es hora de desayunar. Tenemos que irnos a la excursión —dijo una voz familiar, cargada de determinación.

Gruñí, enterrando mi rostro aún más en la almohada. Mis brazos se aferraron a ella como si fuera un salvavidas.

—Cinco minutos más, Sigma... —murmuré con voz ronca, claramente molesto.

—Ni cinco ni uno. Levántate ya —insistió, tirando de las sábanas como si fuera mi madre desesperada por llevarme al colegio.

Suspiré profundamente, aún con los ojos cerrados, y moví la mano por la cama. Entonces noté algo extraño. Mi brazo estaba alrededor de una almohada que tenía un aroma familiar, inconfundible. El olor era sutil, pero me llenó la cabeza de recuerdos. El aroma de Fyodor. Aspiré profundamente, dejando que ese perfume me envolviera por un instante. Fue automático, como un reflejo que ni siquiera pensé en detener.

—¿Qué haces? —preguntó Sigma, mirándome con incredulidad.

Abrí un ojo para encontrarlo observándome como si acabara de descubrirme robando un banco. Con un encogimiento de hombros, volví a dejar la almohada en su sitio.

—No me mires así. Cuando estés enamorado, me entenderás —le dije, con una sonrisa perezosa, mientras me levantaba finalmente de la cama.

Él rodó los ojos, claramente poco convencido, pero no insistió. Yo, en cambio, me estiré como un gato y caminé hacia el baño, agarrando un conjunto fresco para el día: una camisa blanca de lino con botones, un pantalón corto beige y sandalias. Algo ligero y cómodo para el clima caluroso de Honolulu. Dejé mi cabello suelto; con el aire húmedo de la isla, no tenía caso esforzarme en peinarlo de manera elaborada.

Al salir del baño, Sigma estaba listo, impaciente, mirando el reloj de su teléfono.

—¿Contento? Ya estoy presentable. Vamos a desayunar antes de que te dé un ataque de hambre —bromeé mientras le daba una palmada en el hombro.

El comedor estaba lleno de actividad. Gente de todas partes del mundo se mezclaba en un ambiente vibrante, entre risas, el tintineo de los cubiertos y el aroma embriagador del desayuno. La mesa del buffet parecía interminable, con una oferta que iba desde frutas tropicales frescas hasta waffles, tortillas y un sinfín de panes recién horneados. La música hawaiana sonaba suave de fondo, complementando el ambiente relajado.

Al llegar, divisamos al resto de nuestro grupo. Chuuya estaba hablando animadamente con Atsushi y Akutagawa, mientras Dazai, con su eterna expresión traviesa, parecía más interesado en fastidiar a Chuuya que en el contenido de su plato. Fyodor estaba sentado al extremo de la mesa, aparentemente indiferente a la algarabía a su alrededor, con un libro en la mano y una taza de café frente a él.

—Buenos días a todos —dije con una sonrisa al acercarme, ocupando un asiento libre cerca de Sigma.

—Por fin bajan —dijo Chuuya con tono burlón, arqueando una ceja—. Pensé que tendríamos que ir a arrastrarlos.

—No todos nacimos con energía matutina, querido Chuuya. Algunos preferimos empezar el día con calma —respondí, dejando caer una pieza de piña en mi plato mientras me servía del buffet.

Dazai, sin perder oportunidad, soltó:

—¿No me digas que también te metiste en las sábanas de la chica? Porque, si es así, deberías contarnos todo con lujo de detalles.

📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora