📚Capítulo 44📚

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Desperté con una punzada en la cabeza que bien podría haber sido el martillo de un dios enfurecido. Una combinación de dolor y vacío me golpeó al instante, arrastrándome de regreso al mundo de los vivos. Gruñí, frotándome las sienes mientras abría los ojos lentamente. Todo estaba borroso, como si mis pensamientos y recuerdos aún estuvieran sumergidos en la niebla del alcohol.

La cama estaba revuelta, pero estaba solo. Por un segundo, mi mente se resistió a entenderlo. Entonces, vi un papel doblado con cuidado sobre la mesilla de noche. Lo alcancé con desgano, todavía intentando despejar la maraña en mi cabeza. Era una nota, escrita con esa letra precisa y elegante que solo podía pertenecer a Fyodor.

"Kolya,
Te dejé el desayuno en el salón junto con una medicina para el dolor de cabeza. Tu cuerpo te lo agradecerá. Tuve que salir temprano para hacer unos recados. Cuídate y recupérate de la resaca.
Fyodor."

Suspiré, dejando caer la nota sobre la cama. "Por supuesto, siempre tan considerado," pensé con una mezcla de ironía y gratitud. Fyodor era ese tipo de persona que podía deslizarse dentro y fuera de mi vida con la misma facilidad con la que dejaba una nota en mi mesa. Un recordatorio de su presencia, pero también de su distancia.

Me levanté con torpeza, cada paso enviando ecos de dolor a mi cabeza. Me froté los ojos con ambas manos, intentando despejar el letargo que aún pesaba sobre mí. El piso frío bajo mis pies me trajo algo de claridad mientras avanzaba tambaleándome hacia el salón.

Ahí estaba: un plato con tostadas, un vaso de jugo y un pequeño paquete de medicina colocado con precisión. Todo tan ordenado, tan calculado. Me dejé caer en el sofá con un suspiro, mirando el desayuno. 

-Fyodor y su maldito sentido del deber.-murmuré mientras tomaba la pastilla y la pasaba con un sorbo de agua.

Agarré una tostada y comí lentamente, tratando de calmar mi estómago revuelto. El silencio de la habitación era casi reconfortante, roto solo por el sonido de mis mordiscos. Busqué mi teléfono, que estaba tirado en el brazo del sofá. Lo encendí, y la pantalla se iluminó con un torrente de notificaciones: mensajes, llamadas perdidas, y un par de correos irrelevantes.

Pasé por ellos con desgano, deteniéndome en uno en particular. Era un mensaje de Sigma. Solo leer su nombre hizo que algo se removiera en mi interior. Sigma no solía escribirme tan temprano, y menos con esa urgencia.

"Nikolai, ven a mi casa ahora mismo. Algo grave pasó. No tardes."

El mensaje era corto, pero las palabras me golpearon como un cubo de agua helada. Sigma no usaba ese tono a menos que fuera realmente importante. Mi estómago, que ya estaba algo revuelto por la resaca, se contrajo aún más. Dejé la tostada a un lado, sintiendo que el apetito se esfumaba.

—Genial, Nikolai. Un desastre tras otro —murmuré para mí mismo, apoyando la cabeza en mis manos por un momento.

Intenté procesar qué podría haber pasado, pero mi cerebro todavía estaba demasiado embotado para sacar conclusiones. Me levanté del sofá con cierta dificultad, tomando un último trago de agua antes de dirigirme al baño. Necesitaba despejarme un poco antes de enfrentar lo que fuera que Sigma tenía para mí.

Me miré al espejo mientras me lavaba la cara. Mi reflejo me devolvió una mirada cansada, con sombras oscuras bajo los ojos y el cabello revuelto. 

—Menuda joya estás hecho —me dije, medio riendo. Fyodor probablemente lo había notado todo anoche y, sin embargo, no dijo nada. No directamente, al menos. Siempre era así con él. Sus palabras eran como puñales envueltos en terciopelo.

Volví a la habitación, cambiándome rápidamente. Nada demasiado elaborado, solo algo cómodo para salir. Mientras me ponía los zapatos, la ansiedad empezó a instalarse en mi pecho. Sigma no era de los que se alarmaban fácilmente, y si había algo grave, no podía permitirme llegar tarde.

📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora