📚Capítulo 45📚

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El cielo estaba todavía oscuro cuando cerré el maletero del Mercedes con un suave clic, asegurándome de que todo quedara perfectamente seguro. El aire de la madrugada era frío, pero tenía ese toque revitalizante que despeja cualquier resto de sueño. Me tomé un momento para estirar los hombros y acomodar mi chaqueta de cuero negro, mirándome rápidamente en el reflejo del cristal del coche.

Mi cabello blanco, que casi alcanzaba la mitad de mi espalda, caía suelto y ligeramente desordenado, pero de una forma que rozaba lo cuidadosamente descuidado. No me molesté en atarlo; dejarlo suelto era parte del estilo. Mis gafas de sol, aunque innecesarias a estas horas, ya estaban en su sitio, cubriendo mis ojos cansados pero alerta.

Decidí llevar una camiseta blanca ajustada que resaltaba mi figura, metida dentro de unos pantalones negros de corte elegante pero cómodos, acompañados por mis inseparables botas de cuero que resonaban en el pavimento con cada paso. Era un atuendo que combinaba casualidad y sofisticación, como si dijera "me importa, pero no demasiado". En otras palabras, completamente yo.

Subí al asiento del conductor, sintiendo cómo el cuero del asiento me abrazaba con comodidad. Encendí el motor, y el rugido grave del Mercedes rompió el silencio de la madrugada. Por supuesto, no podía faltar la música. Un clásico pop inglés comenzó a sonar, y subí el volumen hasta que sentí el bajo en el pecho.

Eran las cinco y media de la mañana. El plan era claro: recoger a Sigma, luego a Fyodor, y dirigirnos al aeropuerto. Con una sonrisa de emoción que no podía contener, pisé el acelerador.

Llegué a la casa de Sigma en cuestión de minutos, aunque quizás pasé un par de semáforos en ámbar que probablemente ya estaban en rojo. No importaba; la carretera estaba vacía y mi emoción era imparable. Frené frente a su puerta con un ruido que resonó en la tranquila calle residencial, un sonido que seguramente habría despertado a algún vecino.

La puerta de la casa de Sigma se abrió casi de inmediato. Mi amigo apareció arrastrando dos maletas, una más grande que la otra. Vestía una sudadera cómoda y unos pantalones deportivos, su cabello perfectamente peinado, como siempre. Me miró, luego al coche, y finalmente a mí de nuevo con esa mezcla de resignación y humor que sólo él podía expresar.

—¿Sabes? Al menos tu coche tiene buen maletero. Algo bueno tenía que tener —dijo, mientras colocaba las maletas en el maletero con cierto esfuerzo.

—Gracias por el cumplido tan sincero, Sigma. Siempre supe que en el fondo aprecias mi gusto exquisito —respondí con sarcasmo, dándole una sonrisa de lado.

Sigma se rió mientras cerraba el maletero con un golpe firme y rodeaba el coche para subirse al asiento del copiloto. Una vez que se acomodó y se abrochó el cinturón, no pudo evitar mirarme de arriba abajo.

—¿En serio, Kolya? ¿Gafas de sol a esta hora?

—Estilo, Sigma. Siempre estilo —dije, girándome hacia él con una sonrisa amplia antes de arrancar el coche con fuerza, haciendo que su cabeza se echara ligeramente hacia atrás.

—¡¿Es necesario?! —protestó entre risas, mientras yo comenzaba a cantar a pleno pulmón la canción que estaba sonando en los altavoces.

—¡Siempre es necesario! —grité, golpeando el volante al ritmo de la música mientras conducía con confianza por las calles aún vacías.

Pronto, Sigma también empezó a reír. No podía evitarlo; mi energía era contagiosa.

Nuestra siguiente parada fue la casa de Fyodor. Frené frente a su edificio con menos estruendo esta vez, aunque todavía hice notar mi llegada con un pequeño rugido del motor. Sigma me miró de reojo, como diciendo "¿puedes controlarte un poco?", pero yo sólo me encogí de hombros.

📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora