📚Capítulo 68📚

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Es una mañana fría, la luz de la ventana entra suavemente y se refleja en el espejo que está frente a mí. Estoy parado frente a él, con la camisa blanca entre mis manos, preparándome para lo que, a simple vista, parece una jornada normal. Me visto sin prisa, como siempre, pero hoy, de alguna manera, me siento diferente. Hay algo en el aire que me envuelve, una sensación de comodidad, como si todo estuviera por encajar, como si todo estuviera finalmente en su lugar.

Me pongo la camisa blanca, ajustándola cuidadosamente, pero no sin una ligera sensación de inseguridad. Siento una mano cálida posarse sobre mi cintura, un abrazo de la nada. Me congelo por un segundo, sorprendido, pero esa presencia me es tan familiar que no me cuesta reconocerla. Es Fyodor.

Giro la cabeza lentamente, y allí está, con una sonrisa suave en los labios, sus ojos brillando con una mezcla de cariño y picardía. En su rostro, puedo ver algo más, una complicidad silenciosa que ha crecido entre nosotros con el tiempo. No necesito preguntar, no necesito más explicaciones. Sin pensarlo demasiado, dejo que mi cuerpo reaccione de forma natural. Me giro completamente hacia él, sintiendo su aliento en mi rostro cuando me acerco. Coloco mis manos sobre sus mejillas con suavidad, sus ojos se cierran por un momento, como si disfrutara de la cercanía.

Sin decir una palabra más, me inclino hacia él, besando primero su nariz, luego sus mejillas.

—Te amo —susurro, mi voz suave, casi un murmullo, pero con una intensidad que sólo él puede entender. Es una declaración que ya hemos repetido miles de veces, pero nunca pierde su fuerza.

Fyodor sonríe al escuchar esas palabras. Es una sonrisa pequeña, tímida incluso, algo que pocas personas pueden ver. De alguna manera, él tiene una forma especial de sonreírme, de mostrarme que en ese gesto está todo lo que las palabras no pueden decir. Es una sonrisa tranquila, que me dice sin decir nada que todo estará bien, que, aunque las cosas puedan ser complicadas, siempre vamos a estar aquí, juntos.

—Deja que te ayude —dice, y sin esperar una respuesta, sus manos se mueven a los botones de mi camisa.

Observo cómo sus dedos se mueven con destreza, deshaciendo lentamente lo que acabo de hacer, sin prisa, como si quisiera prolongar el momento. Siento el calor de sus manos en mi piel cuando toca los botones, un pequeño gesto que, sin embargo, me hace sonreír de forma tonta.

—Prefiero cuando es al revés —le respondo, casi en un susurro, mientras lo miro fijamente.

La expresión de Fyodor cambia ligeramente, y sus ojos destellan con algo entre la diversión y la sorpresa.

—Eso será más tarde o mañana —responde con su tono calmado, su rostro casi inmutable, pero con una ligera curva en sus labios.

Me echo a reír, la tensión que sentía en mi pecho se disipa en ese momento, como si el aire hubiera vuelto a ser ligero.

—¿Ah, sí? —digo con tono burlón—. Bueno, espero que no se te olvide. No querrás dejarme esperando, ¿verdad?

Fyodor se ríe suavemente, una risa contenida, como si la situación le pareciera divertida en su propio mundo reservado. Mientras termina de abrochar los últimos botones de mi camisa, sus manos se detienen un momento sobre mi pecho. Sus dedos, por un instante, se quedan quietos, como si quisiera tocar algo más profundo.

No digo nada. No hace falta. Lo siento en mi pecho, en cada rincón de mi cuerpo. La conexión entre nosotros es algo que no se necesita definir, porque lo entendemos perfectamente.

Finalmente, mi camisa está abrochada, y Fyodor me da un pequeño empujón, empujándome ligeramente hacia el espejo.

—Ahora estás listo —dice con una sonrisa satisfecha, como si acabara de completar una tarea.

📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora