Después de unas interminables seis horas de vuelo casi siete, pensé que jamás tocaríamos tierra cuando llegamos al aeropuerto donde una furgoneta negra ya nos esperaba al salir para llevarnos al hotel y casi me da algo ante el calor que hacia ya por la mañana, y lo abrigados que estábamos.
El sol de la mañana caía a plomo sobre nuestras cabezas mientras nos acercábamos al imponente hotel frente a nosotros. Sus altos muros blancos resplandecían, y las enormes palmeras que adornaban la entrada parecían susurrar "bienvenidos al paraíso". Apenas podía creer lo que veía.
—¿Es aquí donde nos vamos a quedar? —pregunté, sin poder ocultar mi asombro. Giré la cabeza hacia mis compañeros, esperando alguna señal de que esto era una broma, pero todos parecían demasiado tranquilos, como si fuera lo más normal del mundo.
—Sí, claro que es aquí. ¿Qué esperabas, una choza en la playa? —respondió Chuuya, cruzándose de brazos y esbozando una sonrisa satisfecha.
—¿Y cómo demonios hemos pagado esto? —insistí, sintiendo que había algo que me estaba perdiendo. ¿Acaso habíamos robado un banco sin que yo lo supiera?
—Entre todos, obviamente —dijo Dazai, metiendo las manos en los bolsillos mientras sonreía con esa expresión suya que nunca dejaba claro si estaba bromeando o hablando en serio.
—Aunque, si quieres saberlo, la mayor parte del dinero vino de Chuuya —añadió Atsushi, intentando sonar neutral, pero claramente divertido.
Giré hacia Chuuya, que bufó con evidente orgullo.
—No es mi culpa ser el único aquí que sabe manejar el dinero —replicó con un tono casual, aunque su rostro delataba lo mucho que estaba disfrutando este momento.
No pude evitar reír entre dientes. Claro, Chuuya, el millonario. Por supuesto que era él quien había financiado la mayor parte de esto. Siempre tenía que sobresalir de alguna forma, y no iba a perder la oportunidad de recordarnos que podía pagar hoteles cinco estrellas como si fueran simples hostales.
Dazai, mientras tanto, parecía decidido a agotar la paciencia de Chuuya antes incluso de que entráramos al lobby. Rodeó a su "Chibi" con los brazos y comenzó a darle besos sonoros en la mejilla.
—Mi querido Chuuya, eres como un pequeño mecenas de nuestras vacaciones —dijo con voz melosa, y Chuuya inmediatamente intentó apartarlo.
—¡Dazai, suéltame! —protestó, aunque el leve rubor en sus mejillas era inconfundible.
La escena era tan absurda como siempre, pero también era nuestro día a día. No pude evitar sonreír mientras seguíamos avanzando hacia la entrada del hotel.
Al cruzar las puertas de cristal, nos recibió un aire acondicionado tan fresco que sentí un escalofrío recorrer mi piel. El lobby era impresionante: suelos de mármol blanco, un enorme candelabro de cristal colgando del techo, y un mostrador de recepción tan pulido que podía verme reflejado en él. Pero lo que más llamó mi atención fue la sonrisa exageradamente brillante de la recepcionista, que parecía haber sido entrenada para irradiar amabilidad.
—Aloha —nos saludó, juntando las manos en un gesto de bienvenida.
La mayoría del grupo murmuró un tímido "aloha" de vuelta, pero yo no pude evitar notar las miradas que intercambiaban Chuuya y Atsushi. Claramente, el idioma no era su fuerte.
—Bueno, ¿quién habla inglés aquí? —preguntó Dazai, mirando a su alrededor como si estuviera buscando voluntarios.
—Yo puedo hacerlo —dije con un suspiro, aunque apenas lo pronuncié, Dazai me dio una palmada en el hombro.
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📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
Fiksi PenggemarA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
