📚EPÍLOGO📚

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(5 años después) 

Nikolai 

Era uno de esos días caóticos en los que todo parece acumularse como si el universo se hubiera puesto de acuerdo para conspirar en mi contra. Estaba sentado en mi oficina, un espacio amplio y cálido que había decorado con el más puro estilo minimalista, algo que Fyodor insistía en que daba "paz mental" a los pacientes. Frente a mí, un montón de papeles, diagnósticos y registros que tenía que rellenar antes del final de la semana.

Suspiré mientras completaba uno de los formularios para un nuevo paciente que había venido por recomendación de Fyodor. Era una mujer con ansiedad severa y un historial de insomnio crónico. Había tardado dos sesiones en lograr que siquiera hablara, pero ahora estaba progresando. «Al menos alguien está progresando», pensé con un toque de ironía mientras firmaba el documento.

Miro de reojo el reloj en mi escritorio. Las manecillas marcaban la 1:00 PM.

—Proklyatiye! (¡Maldita sea!) —maldije en ruso, y luego en francés, italiano y alemán, porque maldecir en varios idiomas siempre había sido una especie de habilidad especial mía. Me levanté de golpe, derramando unos cuantos papeles al suelo. Había perdido la noción del tiempo por completo y llegaba tarde. Muy tarde.

—¡Viktor!— dije en voz alta al recordar que debía recoger a nuestro hijo en el colegio.

Viktor era un pequeño de seis años que Fyodor y yo habíamos adoptado hace apenas seis meses. Era curioso, alegre y, para nuestra sorpresa, nos había aceptado como sus padres en tiempo récord. Cada vez que lo miraba, sentía que había hecho algo bien en la vida, algo que equilibraba todas las decisiones cuestionables que había tomado.

Agarré mi maletín y la chaqueta que estaba colgada en el respaldo de mi silla.

—Fyodor me va a matar... —murmuré mientras salía disparado por el pasillo, ignorando las miradas curiosas de mis asistentes y pacientes.

Me subí al coche, una pequeña berlina azul que habíamos comprado el año pasado. Era práctico, cómodo, y sobre todo, lo suficientemente amplio para Viktor y sus cosas. Arranqué el motor y salí del estacionamiento de la clínica, acelerando más de lo que debería.

«Calma, Nikolai», me dije. «Si te estrellas, no llegarás al colegio».

Mientras conducía, mi mente empezó a divagar, como solía hacer en momentos de tensión. Vivíamos en Yokohama desde hacía dos años, y la verdad es que la ciudad había comenzado a sentirse como un hogar. Fyodor había conseguido un puesto como psiquiatra en mi clínica, algo que al principio había sido un experimento. Trabajar con tu pareja no siempre es una buena idea, pero, contra todo pronóstico, había funcionado.

Fyodor era el equilibrio que necesitaba en mi vida caótica, y, aunque discutíamos de vez en cuando —porque, claro, soy Nikolai y a veces soy insoportable—, no podía imaginarme un futuro sin él.

Pero hoy no tenía tiempo para reflexionar sobre lo maravillosa que era mi vida. Tenía que recoger a Viktor, llegar a casa, y, por si fuera poco, hoy era el día de mi boda. Sí, mi boda. Con Fyodor. Después de tantos altibajos, habíamos decidido dar ese paso. Todo el mundo decía que era "la pareja menos probable", pero ¿qué sabía el mundo?

Estaba parado en un semáforo cuando mi teléfono empezó a sonar. Lo saqué del bolsillo de mi chaqueta y vi el nombre en la pantalla: Sigma. Suspiré antes de contestar.

—¡Nikolai!— gritó Sigma en cuanto deslicé el dedo para aceptar la llamada. —En seis horas es tu maldita boda y habíamos quedado para comer, ¿dónde estás?

Me pasé una mano por el cabello, que seguramente ya estaba hecho un desastre.

—Se me complicó un poco la mañana. Estoy de camino al colegio a recoger a Viktor.

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