📚Capítulo 20📚

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Me encontraba en las gradas, bajo el cielo abierto y despejado de la mañana, con el cigarrillo entre los dedos y la brisa suave en la cara. El humo subía en espirales lentas hacia el cielo, y yo lo miraba distraídamente, tratando de ordenar los pensamientos que me rondaban desde la tarde anterior. Encender un cigarrillo siempre había sido una especie de ritual para calmar la mente, y esta vez no era la excepción. Al inhalar profundamente, sentí cómo el mundo se reducía a ese simple momento: yo, el cielo, y el silencioso calor del tabaco encendiéndose en la punta del cigarro.

Desde hace un tiempo, cada momento junto a Fyodor se sentía como si todo mi mundo girara a su alrededor. Pero no era solo la emoción del romance; había algo más, algo tan profundo y, a la vez, tan confuso. El solo hecho de estar con él me llenaba de una calma que me resultaba desconocida. Fyodor tenía esa habilidad para hacerme sentir visto, como si pudiera ver más allá de mis bromas y provocaciones, más allá de las fachadas que construía, y llegara hasta lo más profundo de lo que realmente soy.

Mis pensamientos vagaban hacia momentos recientes: la forma en que Fyodor me miraba, esa intensidad en sus ojos que podía desarmarme en un segundo. Su presencia era una especie de ancla que me mantenía en el presente, y cuando sonreía o incluso cuando suspiraba resignado ante alguna de mis tonterías, me hacía sentir que todo valía la pena. La verdad, no tenía idea de si Fyodor llegaba a percibir lo que estaba ocurriendo dentro de mí, pero últimamente la idea de confesarle todo me rondaba más de lo que me gustaría admitir.

A veces, me encontraba imaginando un futuro en el que esto fuera más sencillo; un lugar donde no tuviera que andar escondiendo mis sentimientos detrás de bromas y gestos desenfadados. Sin embargo, la posibilidad de abrirme completamente me daba un poco de vértigo, y la duda de si esos sentimientos eran correspondidos se colaba en mis pensamientos.

"¿Y si simplemente... no me corresponde?" La idea era absurda, pero ahí estaba, agazapada en el fondo de mi mente.

Inhalé profundamente, dejando que el humo llenara mis pulmones y disipara la tensión que me había comenzado a embargar. No sabía si era el miedo al rechazo o simplemente el temor a que, en el momento en que expresara todo lo que sentía, algo se rompiera entre nosotros. "Quizás es mejor así," pensé. Fyodor y yo teníamos esta dinámica de silencio y gestos que parecían decirlo todo sin necesidad de palabras, y eso, en parte, me aliviaba.

Suspiré, soltando una nube de humo que se perdió en el aire. "¿Cuándo me volví tan débil por alguien?" me pregunté, con una sonrisa irónica en los labios. 

Fyodor había conseguido algo que nadie más había logrado desde que se fue de niño y ahora el era quien me había vuelto a hacerme sentir completo con alguien, como si su mera existencia le diera un propósito a mis propios días. Era absurdo y, a la vez, tan terriblemente cierto que casi daba miedo.

Mientras mis pensamientos seguían su curso, escuché unos pasos acercándose por el lado de las gradas, rompiendo el silencio de la mañana. Fruncí el ceño de inmediato; no estaba de humor para compañía, y menos de alguien conocido. Cuando giré la cabeza para ver quién se acercaba, sentí una tensión repentina en la mandíbula.

Era Yuki.

Su mera presencia bastaba para transformar el ambiente apacible en una escena de inquietud. Me senté más erguido, apagando el cigarro contra el borde metálico de la grada, y le dirigí una mirada fría, sin decir nada.

Yuki avanzó con una sonrisa despreocupada, como si no fuera consciente del desagrado evidente en mi expresión. En cuanto estuvo a un par de metros, paró y me miró con esa sonrisa de suficiencia que recordaba demasiado bien. 

-¿Qué tal, bombón?.- preguntó, con esa misma voz suave y calculadora que solía utilizar para manipularme en el pasado.

—¿Qué quieres, Yuki? —respondí, sin esfuerzo alguno por disimular la molestia en mi tono.

📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora