El sonido sordo y monótono de la música a través de los cascos se mezcla con el vacío que siento en el pecho, ese vacío que me ha estado carcomiendo durante días. Las melodías que normalmente me acompañaban con algo de consuelo ahora parecen demasiado lejanas, como si todo lo que alguna vez amé en la vida estuviera distante, irreconocible, y me resultara cada vez más difícil conectarme con eso. Las notas, que antes me abrazaban, ahora son sólo un susurro lejano, incapaz de calmar la tormenta interna que se desata en mi cabeza.
Hace dos días estuve con mis amigos, esa cena que, en su momento, pareció tan natural, tan llena de risas y momentos ligeros. Pero, al igual que todo en mi vida, se desvaneció en cuanto me vi de vuelta en esta habitación. Sentado, inmóvil, rodeado de sombras, me sumergí de nuevo en la quietud de la depresión severa que me consume. ¿Por qué todo parece tan pesado? ¿Por qué la vida se siente como un lastre que tengo que arrastrar constantemente? Los recuerdos de la noche están ahí, pero ya no tienen sentido. Todo lo que puedo ver ahora son los rostros de mis amigos, sus risas, sus palabras, pero nada de eso cambia mi realidad. Sigo aquí, solo, enfrentándome a un monstruo invisible que me atrapa con cada suspiro, con cada momento que pasa.
El silencio se corta cuando la puerta de mi habitación se abre con un suave crujido. No levanto la cabeza, ni siquiera hago el mínimo esfuerzo de moverme. Sé lo que viene. Anya, mi hermana pequeña, entra en mi espacio sin pedir permiso, como siempre lo hace. Me gustaría que simplemente me dejara en paz, pero no puedo decirle nada, no de una manera que realmente la haga entender. A pesar de todo, sé que lo hace con la mejor de las intenciones.
—¡Nikolai! —dice con voz alegre, casi saltando de entusiasmo—. ¡Estaba pensando que podríamos hacer algo hoy! Tal vez ir al parque o dar un paseo. No sé, cualquier cosa que nos saque de esta casa, ¿qué te parece?
No respondo de inmediato. El dolor en mi pecho se intensifica con la sola mención de "hacer algo", como si fuera una carga más que una opción. Pero, al mismo tiempo, veo la preocupación en sus ojos, esa necesidad de que todo vuelva a ser como antes. Ella no lo sabe, pero yo ya no soy el hermano que solía ser. Todo lo que quiero es estar solo, en esta oscuridad que me abraza y me permite escapar de la realidad. No quiero salir, no quiero fingir que todo está bien cuando mi mente está hecha trizas.
—No quiero hacer nada —respondo finalmente, mi voz suena áspera, como si no hubiera hablado en días—. No estoy de ánimo.
Anya parece desconcertada. Su rostro se ilumina brevemente con una sonrisa forzada, como si no pudiera entender la gravedad de lo que estoy diciendo. Da unos pasos hacia mí, como si esperara que me levantara de la cama y la siguiera en su entusiasmo infantil. Yo sigo sin moverme, inmóvil. Es más fácil dejar que el tiempo pase, que el día se deslice hacia la noche mientras sigo atrapado en este ciclo interminable.
—Vamos, Nikolai, no puedes quedarte todo el día aquí. Es bueno salir, te sentirás mejor.
—No lo haré —respondo, sin mirarla—. No lo necesito.
Ella no se detiene. Sabe que, por dentro, estoy rompiéndome, pero no tiene ni idea de cómo lidiar con ello. Y yo, por supuesto, no tengo idea de cómo explicárselo. No sé cómo poner en palabras este dolor abrumador que me consume, este vacío que siento cada vez que intento interactuar con alguien. No tengo la energía para salir, ni siquiera para fingir que me importa.
—No es justo, Nikolai —dice con voz suave, un tono de reprimenda leve en su frase—. Tienes que salir, respirar un poco, ¡hacer algo! No puedes seguir aquí encerrado todo el tiempo. Yo... yo me preocupo por ti.
Sus palabras me golpean, pero no me conmueven. Es imposible entender el peso de lo que siento. Yo me preocupo por mí mismo, pero no sé cómo salir de este agujero. No sé cómo escapar de la oscuridad que me rodea. En lugar de escucharla, siento que mis frustraciones internas explotan. No puedo más, necesito que me deje en paz.
ESTÁS LEYENDO
📚░B░a░j░o░ ░l░a░ ░s░o░m░b░r░a░ ░d░e░ ░l░a░ ░r░a░z░ó░n░📚
FanfictionA veces las promesas hechas en la infancia no se olvidan, sino que se quedan suspendidas en el aire, esperando el momento adecuado para resurgir. Nikolai tenía solo ocho años cuando dejó Rusia, llevándose consigo el recuerdo de un amigo mayor que...
