Capítulo 22 | Primera cita

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Dormí poco, simplemente no pude.

Hoy el día aunque fuera invierno estaba cálido, gracias al reportaje semanal sabía que iba a ser un día soleado, sin mucho frío con el cielo despejado. 

Perfecto.

Aunque le dije a Savannah que nuestra cita era las 7:00 am la iré a buscar antes de que amanezca, no soy un chico de citas y si tengo una cita pues debe ser algo fuera de lo común. Además ¿quién tiene una cita a esas horas de la mañana y un sábado? Y encima ¿la estoy llevando a una cita y le voy a dar una referencia? Soy el hombre que esta pidiendo una cita, como mínimo tengo que ir a buscarla y a mi princesa aún más, es más hasta en limusina.

Mi Ángel no reclamó pero si sospechó de que no iba a ser nada normal.  Así que a las 4:45 am me estaba esperando el taxi en la entrada del edificio listo para llevarme a Manhattan.

De camino le escribí un mensaje del cual no esperaba respuesta, pero en un minuto ya la tenía.


¡¿Que?! Sebas por qué no me dijiste, recién me estoy levantando. No estaré lista para cuando llegues. ¡Te odio!


Sonreí ante su reacción. Me la imagino saltando de la cama y viendo que ponerse para su "primera cita".

«¿Me odia? Eso no se lo cree ni ella», pensé.

«Pero vas a tener que hacer que te odie, debes alejarla de ti y lo sabes Sebastián» me recordó mi subconsciente.

Maldita sea todo, mierda.

Eran las 5:20 cuando llegué a la mansión, por obra y gracia del Espíritu Santo estaba lista, me estaba esperando en las rejas de la entrada, por lo que no me tuve que bajar del taxi y me limité a abrirle la puerta, estaba triste pero a la vez emocionado. Nunca antes se me habría pasado por la cabeza hacer lo que íbamos hacer, y mucho menos con una chica, y en el peor de los casos jamás pensé tener una cita... una verdadera cita.

Entró y miró al conductor, me lanzó una mirada fugitiva y me quedé viéndola. No podía estar molesta.

—¿Pasa algo? —carraspee.

—No soy buena en las mañanas, así que te aconsejo que no me dirijas la palabra —contraatacó.

—Tu no eres buena a ninguna hora del día —, y me reí. Era cierto, Savannah tenía un carácter demasiado jodido.

Me miró levantando una de sus perfectas y depiladas cejas y volvió a mirar al frente con los brazos cruzados. No pude evitar reírme otra vez.

—Llévanos al Rio Hudson Aaron por favor —le dije a Aaron que era mi chófer por hoy. Me acerqué a Savi viendo hacia mi ventana, me estaba haciendo el loco, y ella cada vez se pegaba más a la puerta.

En un punto estaba en el asiento del centro, ella estaba viendo por la ventana, aislada. No me resistí y la agarré por la cintura y la subí a mis piernas.

—¿Quieres dejarme ya? —dijo entre dientes.

—¿Eso quieres? —dije fingiendo estar sorprendido y dolido ante su petición.

Lo pensó un rato y después habló.

—No —quería reírse, pero se contuvo. La miré entrecerrando mis ojos y la besé, quería disfrutar de sus besos. Me estaba convenciendo de que esa sería la última vez.

Todo estaba pasando tan rápido, era como si el final de todo estuviera empezando.

Estaa en lo correcto.

Perfectamente ImperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora