Capítulo 52 | Miradas verdosas

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Estaba sentada en la encimera de la cocina, con los ojos hinchados por no haber pegado el ojo en toda la noche. Después de discutir y gritarnos pude convencer a Sebastián que pelear no era lo más conveniente. Eso es exactamente lo que ellos quieren.

Aunque sigue decepcionado porque sigo sin decirle la verdad. Papá ya sabe lo de los mensajes y Tayler y Paul están trabajando con Greg, el jefe del departamento de redes y computación de la seguridad de los Black.

«Qué lindo»

Mi humor iba de mal a peor. La taza de té, humeante con su exquisito olor a miel, mezclado con limón no hizo sino aumentar mi fatiga. Estaba esperando a Luca, que venía para el desayuno, y Sebas estaba en alguna parte de la casa, lejos de mí. Ambos necesitábamos nuestro espacio. No es nada bueno conversar con todo lo que nos molesta encima, y mucho menos así alterados.

Tratando de no recordar lo que pasó la noche anterior, le di un sorbo a mi taza. Ni Marie estaba presente, ni siquiera a la insoportable de Jud la oí farfullar por algún rincón del lugar. Divagar en mi mente es el peor ejercicio que puedo hacer, los recuerdos son las únicas cosas intachables que quedan en lo más profundo de nuestra memoria pase el tiempo que pase.

No todos los recuerdos son buenos.

«No puedes recordar todo, el secreto es saber que olvidar», pensé.

Eso de cuestionarme y responderme a mí misma solo aumentaba mi ansiedad. No veía la hora en la que Luca entrara por la maldita puerta y soltarles la bomba a ambos.

El ulular de los pájaros y el amanecer asomándose por las ramas de los arboles hicieron que olvidara todo por un momento, era una vista que debía ser apreciada.

La puerta resonó y básicamente salí corriendo a donde se encontraba un Luca sonriente, rápidamente al verme se preocupó.

—¡Sebastián! —lo llamé.

—¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan alterada? —ignoré a Luca viendo en donde podía estar Sebastián. Cuando apareció, Luca se sorprendió al vernos.

—Quédate cerca, hablaré con Luca y luego te haré pasar. Es momento de que sepan la verdad —dije mirando a Sebas—. Luca, vamos al despacho.

Me limité a caminar, no sabía por dónde comenzar y por primera vez estaba maldiciendo mi forma de ser, la manera en que siempre tengo que llevar todo a mi ritmo, el hecho de que las cosas se hagan a mi manera, y por supuesto, mi cualidad de ser tan intrépida.

—Me asustas cuando te pones así ¿Qué pasa? Yo también tengo cosas que decirte —Luca estaba entrecerrando la puerta y poniéndose en frente de mí. Yo me limité a apoyarme del escritorio. Estaba obstinada.

—Suéltalo —inquirí.

—Ah no, dime tú primero ¿De qué verdad hablas?

—Luca mi paciencia está más abajo que la temperatura de la Antártida, así que te agradezco...

—Encontré a mi Lizzy, bueno a Lizzy... —soltó sin más.

Me puse pálida.

—¿Qué? —mi voz apenas era audible.

—Hablé con ella la semana pasada, al parecer o mejor dicho, según ella el hombre con quien la mande a vigilar se equivocó. Pero yo no le creo —hablaba sin mirarme—. Me dijo que ella nunca había tenido una hija. que mucho menos había estado embarazada, cuando me habían pasado las fotos de su embarazo, y hasta supe que sería una niña... y el hijo del cual tenía esperanza que fuera mío no lo es, es de un tal Benjamín Parker. Christopher simplemente desapareció del mapa. Me advirtió que ni siquiera intentara llegar a su hijo porque esta no sé, en Vietnam o en algún país que no se ve en el mapa —suspiró.

Perfectamente ImperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora