Anexo I

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Todo cambió ese otoño. 

Ya no sabía como sentirse y se estaba dando por vencida con los otros problemas de su vida cuando la vió, la había encontrado por fin. Hubo noches en las que no dormía, no sabèia como actuar y mucho menos que hacer. 

Pensó, y pensó. Dio vueltas en la cama, incluso se le pasèo la loca idea de ir a casa de los Black.

Danielle aun recordaba cuando llegó a casa con la esplendida noticia de presentarles a Liam a sus padres y a su hermana menor. Cuando llegó, dejó a Liam con una de las vecinas, y preguntó por su familia. La señora Laux le había dicho que su familia estaba en el hospital, que la muchacha Tamara, había corrido con un accidente gravísimo del cual sus padres y más el señor Dallas estaba avergonzado.

Sin pensarlo dos veces se dirigió hasta ahí, y preguntó por la habitación de su hermana, Tamara Dallas. Pasó corriendo por los pasillos y por la sala de espera, no sin antes notar a una pareja de señores humildes sentados ahí, esperando cualquier noticia que fuese buena. Rápidamente se vio en la obligación de recordarlos, aunque ellos no supiesen quien era ella.

Los señores Black, padres de un chico de clase baja que Danielle conocía perfectamente. Spencer, ese joven con el que su hermana salía a escondidas, que en varias ocasiones a Danielle le tocó mentir para salvarle el pellejo a Tamara, ellos mismos estaban ahí, en la sala de espera.

Hasta la familia Dallas se había olvidado de Danielle, ella, la chica rebelde que jamás permitió que sus padres le riñeran por lo que le gustaba, se había ido de Portland a Toronto con sus abuelos, ahí conoció a un joven perteneciente a la milicia, de buena y respetada clase social, y de ese amor a primera vista surgió Liam. Lo que no sabia Danielle es que todo el dinero de Freud iba a quedar en nombre del pequeño cuando meses después Freud Johnson fuese asesinado cumpliendo su servicio militar.

Tras los padres de Spencer, Danielle caminó, confundida y con el corazón latiéndole a mil. Se paró detrás de la puerta entreabierta y escuchó a su hermana menor gritar.

—¡Saca a esa escoria de mi vista! ¡Maldito infeliz, me arruinaste la vida Spencer!

Danielle se llevó la mano a la boca y sintió que sus piernas fallaban cuando escuchó el grito de una pequeña.

—Jamás iba a permitir que abortaras —habló el chico.

—Bueno que mas quieres, pobretón de mierda —el señor Dallas escupía veneno— Si piensas que te vamos a dar dinero ni lo sueñes, te advertí que te alejaras de mi hija y mira con lo que vienes a salir. Llévate a esa y de mi vista.

—¡Espero que ninguno de ustedes se arrepientan, espero no verte jamás Tamara, espero que jamás preguntes por ella, y sabes que, jamás permitiría que mi hija crezca con tantos lujos pero sin amor! —de inmediato a Danielle le cayó de maravilla ese chico, que con tan poca edad ha aprendido a ser un hombre.

—¡Olvídame tu a mi, que ya yo te olvide a ti y a tu repugnante hija!

Danielle respiraba con dificultad, pero si meses atrás, Tamara su hermana, su Tami, le había dicho que Spencer era ese chico, el chico de sus sueños.

La familia Black salió sin mirar a los lados de la habitación. El padre del chico llevando las cosas, y su madre, quien veía a su hijo con preocupación y adoración no sabia lo que la vida les depararía. Una vez calmada, Danielle se fue. No valía la pena hablar con esa gente que hasta hace unas horas, ella creía su familia.

Buscó a Liam, y se fue a un hotel. Ya hablaría con su hermana.


En el hospital la tensión era palpable, Tamara con tan solos dieciseis años no quería saber nada. Un embarazo precoz le arruinó la fachada de niña perfecta y sus buenos rendimientos, ya no iría más a la escuela donde estaban todas sus amigas con las mismas posibilidades que ella, ahora iría a Seattle a terminar sus estudios. Se culpaba de haber sido tan estúpida como para dejarse llevar por las palabras de un chico de mala vida. Odió a Spencer con todas sus fuerzas, pensó que su plan era ese, embarazarla y pedir dinero a cambio de su discreción pero todo se vino a la mierda cuando Spencer declaró que quería a la niña. Spencer no podía ser su primer amor, mucho menos se creyó enamorada, de verdad lo odiaba. Sus padres se sentían asqueados de ella, no tanto por el embarazo si no por su mala de elección de un chico que vivía en la miseria. Los doctores obligados a lidiar con ese tipo de gente habían dado su brazo a torcer, ya nadie quería ir a la habitación de una chica de poco corazón y de una familia materialista. El doctor Harry fue el encargado de decirle la noticia a la niña caprichosa, y por primera vez en toda su trayectoria como medico, no se había sentido tan bien de dar una mala noticia a quien la merecía. Tamara no quería que la bebe naciera, pero aun así, la niña de nombre desconocido pero de apellido Black, nació, nació sana, nació bien. Pero su matriz... el aparato reproductor femenino de la hija menor de los Dallas había quedado destrozado tras no querer ayudar en el parto. Al final, la bebe tuvo que nacer por cesárea, puesto que aunque el dolor le llegara hasta la medula, Tamara se rehusó a pujar, si la niña no salía rápido tendría problemas respiratorios debido a la placenta. La niña salió, la placenta hizo su trabajo. Una infección la dejo inconsciente sin dejarles opciones a los médicos. Tamara sin ser mayor de edad, había quedado estéril. Entonces su odio y su rencor hacia ese chico que pronto tendría un éxito sin límites, aumentó.

Perfectamente ImperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora