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Rodeo los ojos ante los pensamientos que inundan mi mente, ya era mayorcita como para fantasear con ciertas cosas de adolescente con las hormonas revolucionadas.

- Iré a ver si papá terminó en recepción. -anuncio llamando la atención de mi madre.

- Está bien. Debe de estar de los nervios. -tuerce la boca y se encoge de hombros mientras acaricia mi mejilla con ternura.

Siento un escalofrío y no puedo evitar sonreír, ¿hacía cuanto mi madre no me acariciaba? Había intentado hacerme la dura durante mucho tiempo, y en cierto modo había conseguido que mi propios padres creyeran que no eran tan imprescindibles en mi vida como ellos mismo creían. Había creado en mi cabeza una mentalidad de independencia absoluta de mis progenitores, pero no me podía engañar.

Necesitaba las caricias de mi madre. Las risas de mi padre al ver el fútbol. Lo necesitaba a ellos.

Me había dado cuenta de aquello al sentir de nuevo el tacto de mi madre en mi rostro. Una madre y un padre, por estrictos o e intolerantes que sean, siempre serán una madre y un padre.

Le dedico una última sonrisa a mi madre, que agarra de nuevo las manos de Liam y sonríe mirando al resto, entablando una conversación con ellos como si los conociese de toda la vida. Arrastro mis pies por el mármol blanco del estudio, recorriendo el pasillo con el paso torpe y acelerado, buscando a mi padre. O al menos intentando escuchar su voz por la recepción.

Puedo distinguir la figura de un hombre alto, con la espalda ancha y el pelo canoso apoyado sobre el mostrador del vestíbulo, haciendo aspavientos con las manos que me indicaban que se estaba enfadando. Oh, Dios, pobre recepcionista.

- ¡Le dije que mi mujer entró hace unos minutos! -ruge. -¿Ve esta acreditación? ¡Me permite entrar donde me de la gana! -reí por lo bajo ante la expresión de mi padre, estaba perdiendo los papeles y era algo muy inusual de él, a la par que divertido.

- Caballero, estoy instando comunicarme con el piso de arriba par... -la mujer intenta explicarse con el tono de voz aún calmado y el teléfono sujeto a su mano derecha.

- ¡No hay nada que comunicar! ¡Voy a subir! -grita de nuevo.

- ¡Papá! -sonrió aún que sé que no puede verme. Deja de hacer aspavientos y la mujer parece suspirar aliviada. -Papá, estoy aquí, estoy bien. -digo por fin cuando mi padre se da la vuelta y me mira desde el mostrador, sin mover un dedo.

- Alexia. -suspira apretando la mandíbula. - Alexia, Alexia... -comienza, y sé que una gran bronca está por venir, así que intento detenerle.

- No subí al avión, estoy viva. ¿Así vas a recibirme? -me cruzo de brazos, notando que el enfado iba en aumento y los pensamientos anteriores relacionados con mi padre se van esfumando.

- ¿Crees que es correcto viajar a otro continente sin avisar a tus padres? -contesta con el mismo tono de voz que yo, y realmente lo odiaba. Odiaba tener el mismo carácter que mi padre porque, sabía, que ninguno de los dos nos detenemos en una discursión y como resultado decíamos cosas que quizá ni pensamos, pero duelen.

- Soy mayor de edad desde hace bastantes años, ¿vas a seguir controlándome como cuando tenía quince años? -dejo salir un suspiro y sacudo la cabeza en signo de reprobación.

Esto sería un desastre, y no quería continuar, así que por primera vez en toda mi vida, decido cortar la conversación antes de que comencemos a gritarnos. Giro sobre mis talones y comienzo a caminar hacia el piso de arriba, donde seguían charlando los demás.

Escucho los pasos acelerados y uniformes de mi padre a mis espaldas. No aumento el ritmo, pero tampoco lo paro. Simplemente continúo caminando hasta llegar al ascensor y subir en él.

>>Promise<< |LP| #WATAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora