La primera impresión de Liam fue una mueca realmente confusa y a la vez molesta, aun que no le culpaba. A fin de cuentas, por pocas veces que su vida laboral le permitiera esta allí, se trataba de su casa en la cual vivía su familia y llamaba hogar y encontrarse en ella alguien que no era de su agrado hacía comprensible la mueca que había adquirido.
Liam sale mucho antes que yo del shock y camina hasta los asientos con una sonrisa hacia las otras dos personas. —Buenas noches, señores Walker. —saluda con confianza, pero sin perder el respeto o la educación. —¿Cómo están?
— Liam, por favor, te he cambiado pañales, no me llames de usted. —dice mi madre besando su mejilla.
Mi padre, sin embargo, no pone impedimento en que le trate con tal cortesía y le saluda con un apretón de manos frío y forzado. Trago saliva y me acerco hasta el lugar de Liam. —Hola. —saludo con un gesto y sonrío de medio lado.
Miro uno de los laterales del sofá, justo el lado derecho de mi madre. Adam me miraba fijamente. Cuando cruzamos miradas él sonríe tímidamente y agacha la cabeza para después rascarse la nuca.
— He estado todo el día llamándote y no me has cogido en ninguna ocasión el móvil. —recrimina mi madre con tono suave. —Me tenías preocupada. —dice acariciando mi cabello.
Miro a mi padre de reojo, pero este tiene la vista clavada en los movimientos que hace Liam, como si fuera un desconocido cuya apariencia pareciera digna de un ladrón de bolsos callejero. —¿Qué hacéis aquí? —pregunto finalmente, mirando a los tres por igual.
— Nos pusimos en contacto y finalmente nos invitaron a cenar. De hecho estuve llamándote toda la tarde para decírtelo, pensé que no vendríais. —responde mi madre. Liam sonríe de medio lado y me mira.
— ¿Cómo es que tú estás aquí? Ni si quiera sabías que vendríamos. —la voz de mi padre, como siempre, es rasposa y parece recriminar cada gesto o aspecto que tengo, haciéndome sentir malhumorada a cada segundo.
— Liam me invitó. —contesto mirándole. Él asiente lentamente y se encoge de hombros.
No contesta, pero sé perfectamente lo que significa su reacción. No le gusta el hecho de que Liam me hubiese invitado, no hacía falta que lo gritara, se le notaba a la distancia.
— Bueno, bueno...¿así saludas a tu padre postizo, jovencita? —sonrío de oreja a oreja cuando a mis espaldas una voz profunda y rápida, muy parecida a la de Liam se clava en mis oídos de manera armoniosa.
— ¡Geoff! —grito sin parar de sonreír. Me apresuro a abrazarle y sentir sus rechonchos brazos alrededor de mi cuerpo.
La sensación que me produce me trasporta años atrás, cuando Liam y yo jugábamos a los malos y buenos con Geoff y acababa buscando refugio del villano Payne en los brazos de aquel hombre. Geoff me había dado la confianza paternal que jamás me había dado mi padre. Me comprendía y me aconsejaba en todo lo que era necesario, del mismo modo, sabía reprocharme las malas acciones, pero de una manera totalmente distinta a mi padre, quien gritaba y se ponía de los nervios haciendo que acabásemos discutiendo y a fin de cuentas, repitiese el error una y otra vez. Él sabía cómo hacerle entender a mi mentalidad de adolescente cabreada con todo el mundo, que la gente de mi alrededor no querían verme sufrir, sino que buscaban lo mejor a pesar de que para mi forma de ver no fuese lo idóneo, que no debía de explotar con el mundo cuando llegaba a límites extremos de emociones incontroladas. Él se preocupaba por mí y me conocía mejor que cualquier persona en el mundo, incluso más que el propio Liam, la conexión que tenía con Geoff era como si realmente fuese mi padre. Es un buen padre, un buen hombre y una buena persona. Nunca me había extrañado de la maravillosa persona que era Liam, sabía que la gente que lo rodeaba era así y lo habían educado como tal, y era algo que admiraba de la familia Payne.
— ¿Cómo está la pequeña de la casa? —pregunta sin dejar de abrazarme. Río ante su ocurrencia, al fin y al cabo, Geoff siempre me había tratado como la menor de sus hijas y después de tantos años, las cosas parecían seguir igual.
— No tan pequeña. —contesto con diversión. —Te veo todo hecho un galán Geoff. —él ríe y revuelve mi cabello de la misma manera que lo hacía Liam de niños.
— Se hace lo que se puedo. —se coloca el cuello de la camisa, haciendo reír a los presentes en el salón. —¿Y el hombre de la casa? —pregunta mirado a Liam.
— Papá. —saluda Liam acercándose a él y abrazándose fuertemente. Golpean su espalda un par de veces y Liam besa la mejilla de su padre.
— ¿Es que no te enseñé a afeitarte? —pregunta mirando su barba.
— ¿No me queda bien? —pregunta frotando su rasposa mandíbula, me mira y frunce el ceño. —¿Qué opinas? —Geoff me mira, Liam me mira, mi padre me mira, mi madre también lo hace y Adam se une. Me siento observada ante la expectación de mi respuesta y finalmente me encojo de hombros.
— Depende de cómo lo mires, ¿verdad, Alexia? —Karen frota mi hombro y me sobresalto. Sonrío y coloco mi mano sobre la suya. —Con barba está muy atractivo, ¿verdad? —me mira y soy incapaz de retener una sonrisa ante el acierto de Karen. —Pero sin ella pareces más bebé, y como madre, lo prefiero. No quiero que mi pequeño crezca. —dice haciendo pucheros y espachurrando los mofletes de Liam, que ante la mueca de este, me río. —Ir sentándoos, vamos a cenar ya. —dice con alegría y la miro con ternura.
Pero hay algo que me extraña. Si me preguntaras con qué palabra definiría a Karen, no lo hubiera dudado un instante: sonrisa. Recordaba a Karen con una sonrisa siempre fijada en su rostro, provocando que sus ojos se achinen de la misma manera que los de Liam. Una sonrisa sincera y cálida que te invita a compartir la felicidad que posee en cualquier momento. Ella siempre sonreía. Daba igual que el día fuese oscuro, que lloviera a mares o que hubiera un sol espléndido, ella siempre estaba contenta.
Pero había observado en esos escasos minutos de estancia, que la sonrisa de la señora Payne era momentánea. Y eso me ponía triste a la vez que me confundía.
— Subiré tus maletas a mi cuarto, ¿vienes? —Liam me mira y asiento rápidamente.
Toma la delantera y comienza a caminar, no tarda mucho en agarrar e l equipaje y comenzar a subir las escaleras ágilmente. Cuando estoy por subir el primer escalón, noto un leve tirón en mi muñeca que hace que me dé la vuelta y mire al chico rubio que me agarraba.
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