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Aquella madrugada había sentido algo extraño en mí. No había dejado de dar vueltas en la cama, me había levantado infinidad de veces a beber agua, incluso había probado a darme un ducha caliente intentando así conciliar el sueño.

Pero nada hizo efecto, ni las infusiones que Adam me preparaba, ni las duchas, ni las películas. Pasé la noche en vela con una extraña sensación de angustia y nerviosismo. Ni si quiera Adam, psicólogo, había sido capaz de averiguar a qué se debía mi actitud.

— ¿El bebé está bien? —pregunta mirándome con los ojos pesados.

Asiento con la cabeza y suspiro cuando él coloca una de sus manos en mi, ya notablemente, abultado vientre.

— No lo entiendo. —continúa. —¿No deja de moverse?

— Ni un segundo... no sé qué diablos pasa, y comienzo a asustarme demasiado, Adam... —digo notando un nudo en la garganta y mis ojos llenarse de lágrimas.

Quizá fuese una absurda paranoia de madre primeriza, pero se podría decir que el bebé era tranquilo. En los siete meses de embarazo, el bebé no se había movido tanto como aquella noche, eso era motivo para preocuparse, ¿no? También había leído en miles de libros que las sensaciones que tiene una madre durante su embarazo, en ocasiones eran el mero reflejo del bebé y viceversa. Cosa que, en cierto modo me tranquilizaba, si yo estaba tan nerviosa era lógico que el bebé se moviese, ¿cierto?

Me coloqué un jersey, intentando mantener el calor en mi cuerpo. Australia se llenaba de lluvia en julio, lo que hacía que tus huesos se calasen de frío nada más salir de casa. Adam esperó impaciente a que me cambiase, con el coche en marcha.

Quería pensar que no era nada, pero algo en mí me decía que las cosas iban mal. Probablemente la vena de madre sobreprotectora era lo que me hacía estar en aquellas circunstancias, incluso dos meses antes de que el bebé naciese, pero cuando algo no iba como debía de ir, lo sientes. Llámalo sexto sentido o intuición de embarazada, pero lo sabía.

La carretera estaba desierta, era de madrugada e incluso las farolas estaban apagadas, algo demasiado común en la zona que vivimos. Adam condujo con cuidado, pero dándose prisa. No había hablado demasiado, pero su rostro me indicaba que estaba mucho más preocupado de lo que parecía, a pesar de no dejar de decirme que era algo típico de las madres primerizas tener aquellas sensaciones. Pero yo sabía que no.

Las alarmas se dispararon cuando al entrar al hospital y explica qué era lo que me estaba ocurriendo, un grupo de cuatro médicos me sentaron en una silla de ruedas y se metieron a toda prisa a hacerme pruebas.

Tras un par de horas esperando los resultados de las pruebas, el médico que me había atendido anunció que todo estaba bien. Los resultados de las analíticas y de las ecografías eran normales para una embarazada, incluso mejores de lo que habitúan ser.

— ¿Seguro? ¿Entonces por qué me atendisteis al instante? —pregunto sin creerme un ápice de lo que el doctor nos explica.

— Es una mujer embarazada, —comienza. —están en nuestras prioridades atenderos, señorita Walker. La puedo asegurar que el bebé está en perfecto estado y usted también. Es normal que se mueva con más frecuencia a los siete meses, pero no es nada de lo que deba preocuparse. —finaliza.

Adam entrelaza sus dedos con los míos y salimos del hospital. Su rostro parece algo más calmado, ya no tiene las venas de su brazo marcadas, ni su mandíbula tensa.

— Todo estará bien, ya lo verás. —me sonríe de medio lado me da un beso en la frente.

(...)

Dos días después...

— No, papá. —reí dedicándole una sonrisa. —No fue nada grave, es cierto que el bebé sigue estando nervioso, pero me dijeron que es algo normal. —él sacude la cabeza de lado a lado y para de caminar para subir la cremallera de mi abrigo hasta arriba.

— No sé por qué diablos te empeñas en caminar, estás embarazada y hace frío. ¿No crees que sería mejor estar en casa viendo películas? —pregunta mirándome preocupado.

Tras el enorme susto de hacía un par de días, mis padres decidieron venir a verme durante una semana. Me había venido especialmente bien poder hablar sobre el embarazo con alguien que me entendiese, como mi madre. A los consejos que llevaba dándome desde el inicio del embarazo, se le sumaron otros tantos para cuando el bebé ya estuviese aquí. Mi padre había estado ayudando a Adam ha darle unos últimos retoques a la habitación que había quedo realmente bien.

Ahora me encontraba caminando junto a mi padre, quien podía llegar a ser mucho más paranoico que yo.

— El ginecólogo me recomendó caminar. El bebé viene de culo y tiene que darse la vuelta para que el parto vaya bien. Aún faltan dos meses, pero cuanto antes comience a caminar mejor, papá. —intento tranquilizarle.

Él gruñe y continúa caminando.

— ¿Adam te está cuidando bien, verdad?

— Vamos, papá, ¿lo dudas? Sabes que Adam es un cielo, no se despega de mí ni un momento. —él sonríe. —Probablemente deje de hacerme caso cuando nazca el bebé, estará tan ocupado en hacerle ñoñerías que ni se dará cuenta de que existo. —reímos.

— Le veo muy enamorado de ti, Alexia. —su tono se vuelve más tranquilo y serio. — Recuerdo que cuando tu madre se quedó embarazada, noté que me enamoré más de ella. —le miro sorprendida, jamás había escuchado a mi padre hablar sobre sus sentimientos tan abiertamente como lo estaba haciendo ahora. —Cuando naciste, no la dejé de amar. Tan sólo...comparte ese amor con alguien más. Alguien que, inevitablemente, va a ocupar un espacio en tu corazón más grande de lo que cualquier otra persona pueda ocupar. —encaro una ceja y le miro completamente confusa.

— ¿A dónde quieres llegar con esto, papá? —pregunto con el ceño fruncido.

— Hija...cuando tienes un bebé con alguien es porque realmente quieres compartir el resto de tu vida con esa persona. Independientemente de que años más tarde te separes, o te divorcies, en aquel momento lo que más deseabas era compartir un regalo tan bonito como es el de una nueva vida. —suspira y coloca la mano en mi tripa, sobre la tela del abrigo. —Porque, como te he dicho antes, este bebé ocupará un porcentaje de tu corazón que reducirá cualquier otro...

— Papá...de verdad que intento entenderte pero... es bastante complicado. —dejo salir una risa nerviosa y él sacude la cabeza.

— Te diré algo que jamás pensaría que te diría. —dice sonriendo de medio lado.-Sigue tu corazón, no tu cabeza. No quiero que mi única hija viva amargada toda su vida por hacer lo que creyó correcto y no lo que sentía en aquel momento. Tan sólo piensa algo, Alexia. ¿Si ahora no amas a la persona que está tu lado, qué ocurrirá cuando el bebé nazca?

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¡Hola amores!

Os traigo este capítulo algo más cortito que de costumbre.

Quería deciros que apunté la novela a un concurso, pasé a la segunda fase, pero desgraciadamente, fui eliminada, por lo que no pasé a la tercera. ¡Pero estoy contenta igualmente! Se presentaron muchas historias y yo fui una de las elegidas para pasar a la segunda fase y eso es un gran paso.

¡No olvidéis vota y comentar, preciosuras!

Att: Marta :)


>>Promise<< |LP| #WATAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora