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La pesadez de mis párpados me impide mantener los ojos abiertos durante más de dos segundos, siento mi cuerpo como si acabara de recibir una paliza letal y ahora me encontrase al borde del desmayo. Cuando por fin mantener los ojos abiertos, la luz me ciega. Las paredes blancas hacen que la luz incida sobre ellas y la claridad sea aún más insoportable. Con la vista borrosa soy capaz de distinguir un bulto sobre lo que parece ser un sillón. Tengo la garanta seca y noto un amargo sabor a sangre que me raspa el paladar. Trato de levantarme pero la tirantez de mi vientre hace que vuelva a tumbarme y deje salir un gemido de dolor.

El bulto se acerca a mí, distingo una de sus manos sobre las mías, la otra colocada sobre mi frente me seca las pequeñas gotas de sudor.

— Ya ha pasado la primera parte, cariño. —la dulce voz de mi madre consigue arrancarme una parte de la angustia que se aferra a mi pecho.

— ¿Qué ha pasado? —pregunto intentando tragar saliva. —Tengo sed.

— Ahora le preguntaré a la enfermera si puedes beber, Alexia. —su pulgar acaricia el dorso de mi mano derecha y yo suspiro. — Ahora escúchame atentamente. —pide colocándose frente a mi ojos. —Hubo complicaciones durante el parto.

Frunzo el ceño confusa. La miro y comienzo a sacudir la cabeza a modo de negación. —¿Qué? ¿A qué te refieres mamá? Yo... no... —las palabras se atoran en mi garganta. —Aún no. Quedan dos meses. —susurro notando que la angustia que momentos atrás había desaparecido volvía a hacer acto de presencia y, esta vez, mucho peor.

— El disgusto de la noticia hizo que tu tensión se disparase y...los niveles de oxitocina subieran. Te pusiste de parto. —comienza a explicar. —Rompiste aguas en casa, Alexia. Sin embargo el líquido amniótico tenía un color burdeos que pintaba mal. —la miro completamente perdida en su mirada. —El bebé venía con dos vueltas de cordón, te han tenido que hacer una cesárea. —no respondo.

Ni siquiera soy capaz de emitir un sonido cuando escucho sus últimas palabras. ¿Qué demonios decía? ¿Se había vuelto loca? Tenía completamente claro que el bebé no llegaría hasta finales de septiembre o mediados de octubre, era imposible que fuera cierto todo lo que decía.

Miré mi cuerpo tapado con la sábana blanca de hospital. El vientre abultado seguía ahí. Llevo mis manos hasta esa zona y cierro los ojos con fuerza cuando una punzada de dolor recorre mi cuerpo

La miro y frunzo el ceño de nuevo.

Mi vista había dejado de estar borrosa, sin embargo mi mente permanecía como en una nube que me impedía tener consciencia de lo que estaba ocurriendo a mí alrededor.

Veo que la puerta se abre, dando paso a Adam y a mi padre, caminando uno detrás del otro con una sonrisa triste.

Adam se acerca a mí y me abraza con cuidado tras darme un beso en la frente. —Eres una campeona. —dice guiñándome el ojo. —¿Cómo te encuentras?

Quizá en cualquier otro momento podría haber agradecido su interés en mi estado anímico, pero no en aquellos momentos en los que no sabía qué diablos hacía en aquel lugar y por qué la gente hablaba sobre el bebé con tanta cautela.

— ¿Cómo mierda quieres que me encuentra, Adam? ¿Qué ha pasado y dónde está mi bebé? —los tres empujan mis hombros hacia atrás cuando me incorporo rápidamente.

Intento ignorar el dolor al moverme y continúo con mi finalidad de sentarme en la cama, sin embargo no consigo deshacerme de las seis manos que me impulsan con cuidado hacia el colchón.

— Has dado a luz a una niña preciosa. —la voz de mi padre suena como un susurro y coloca sus manos en mi brazo. —Es...la niña más guapa que he visto en mi vida.

>>Promise<< |LP| #WATAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora