Ya es de mañana y no quiero levantarme, no quiero hablar, no quiero pensar, no quiero salir, no quiero comer, no quiero dormir, no quiero nada.
Después de que me desperté con pesadillas no pude volver a dormirme y cada que cerraba mis ojos, ese terrible momento regresaba a mi mente, una y otra vez.
Alguien toca a la puerta y Olivia que sale del baño ya arreglada para irse a clase, va abrirla.
—¡Buenos días! —Es Elizabeth quien saluda— ¿Cómo durmió Mila? —pregunta por mí.
—Mal, tuvo pesadillas —le informa mi dulce amiga.
Yo finjo dormir, pero escucho todo.
—Me imagino. ¿Puedo pasar? —dice la directora.
—Por supuesto —acepta Olivia amablemente.
—Mila —me dice Elizabeth en un susurro, yo abro mis ojos—. Mila, tenemos que ir a que te hagan los análisis —me recuerda y yo asiento, sin responder, me levanto, busco ropa y voy al baño a vestirme.
Me doy una rápida ducha, pues todavía me siento sucia, lavo mis dientes, me visto, cepillo mi cabello y pocos minutos después salgo, tomo mi bolso y camino detrás de Elizabeth. Al salir de la habitación todos voltean a mirarme, yo solo agacho la cabeza, pero la voz de la odiosa me hace levantarla de nuevo.
—¿Ya te sientes mejor Mila? —Ella me sonríe con malicia, yo solo le sostengo la mirada sin responderle nada.
Salimos y veo que está lloviendo, todo se ve gris, tan gris como mi día y es como si el cielo estuviera tan triste como yo.
Subimos al auto y cuando este sale de la cochera, se detiene para esperar que unos peatones crucen la calle. Yo miro la hora en mi celular, son las nueve, la hora en la que Sebastian vendría por mí, pero no quiero mirar si él me espera como prometió, solo bajo la mirada.
—¡Mila! ¡Mila por favor, tienes que escucharme! —me habla Sebastian por fuera del auto y que golpea la ventanilla para que lo escuche, pero no volteo, solo cierro mis ojos con dolor y grandes lágrimas caen sobre mi regazo. No quiero verlo, ni quiero que él me vea así, tan rota y ni siquiera entiendo que hace aquí, de verdad piensa que soy tan estúpida como para seguir creyendo en su juego. Sin embargo lo extraño y me extraño a su lado, quisiera que él estuviera conmigo en estos momentos y me abrazará tan fuerte, hasta que no sienta más dolor.
—¿Quién es ese muchacho Mila? —pregunta la directora mirando a Sebastian con curiosidad.
—Nadie —respondo en voz baja, Elizabeth entiende que no quiero hablar del tema y no insiste.
Cuando regresamos, Elizabeth me acompaña a mi habitación, yo voy directo a la cómoda sacar mi ropa de ballet.
—Mila no tienes que ensayar, puedes quedarte a descansar —sugiere, mirándome compasiva.
—No puedo quedarme a descansar, quiero bailar, necesito hacerlo. Ya no quiero pensar, no quiero llorar más, necesito mantenerme ocupada —manifiesto desesperada.
—Tienes razón —concuerda—, cámbiate y te veo en el salón de clase —Ella sale y enseguida entra Sarah.
—¿Cómo te sientes? —pregunta mi amiga con evidente preocupación.
—Cansada —musito sin mirarla.
—Me imagino, no dormiste nada —menciona recordando mis pesadillas.
—Me cambiaré —digo para evadir el tema, pues no quiero seguir hablando de la causa de mis pesadillas.
—Te espero —se ofrece, yo entro al baño, me cambio y cuando salgo alguien toca a la puerta, y Sarah va abrir.
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Mila, Mi Pequeña Bailarina #PNovel
Teen FictionSINOPSIS: El ballet es mi redención, donde encuentro la calma que me ayuda a sobrellevar todo aquello que atormenta mi vida. Dicen que soy la mejor, y he luchado para que así sea; el cuento de hadas, solo vive en el escenario, cuando me levanto sobr...