Capítulo 65

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Después de que le dejo claro a Sebastian que nunca dejaré de ver por Sasha, él lo acepta y arrepentido, me pide disculpas por su comportamiento infantil y egoísta.

Regresamos a su apartamento y mientras preparamos la cena, entre juegos y bromas, sonrisas cómplices y miradas traviesas. Sebastian, comienza a embadurnarme de Nutela,

—¡Sebastian! ¿Qué haces? Acabo de bañarme —reniego intentando escapar, pero él es más rápido que yo y me atrapa por la cintura.

—Cenando —dice subiéndome en la barra de la cocina y limpiando con su lengua la Nutela de mi nariz, haciéndome reír.

—¿No prefieres tu Nutela en un pan? —le pregunto retorciéndome, mientras él continua embarrándome de Nutela, ahora el cuello para después limpiarlo con su lengua—. Sebastian, para —le pido entre risas.

—No seas mala, déjame cenar —se queja con un adorable mohín, y sin detenerse, abre los botones superiores de mi blusa y sin quitar su vista de mi escote, pone un poco más de la crema de avellanas—, tengo hambre —agrega, lamiendo la mezcla oscura directamente de mi piel, despertando mi pasión que vive ansiosa a sus caricias.

—Sebastian —gimo su nombre mientras abre más mi blusa, y con su dedo índice embadurna más crema en mi piel y alimentándose, se dirige hacia el sur—, aquí no —digo con la voz entrecortada por el deseo.

—¿Por qué no?  —pregunta mirándome fijamente y con sus pupilas dilatadas— ¿Qué no es aquí el lugar indicado para comer?  —dice regresando a lo suyo y bajando más allá de mi ombligo—. Tengo hambre de ti, pequeña, quiero que tú seas mi cena y también el plato —confiesa bajando muy lentamente mis pantalones junto con mi ropa interior e hipnotizándome con su penetrante y celestial mirada, haciéndome ruborizar por completo.

Me siento realmente cohibida, pero las sensaciones que provocan su lengua en mi piel y después más al centro, me roban toda voluntad y sin poder resistirme más me dejo llevar por este poderoso vórtice de deseo que me despoja la cordura por completo.

Sebastian como dijo, literalmente cena de mi cuerpo y sacia su hambre, y sin yo haber probado alimento, también sacia la mía.

Por supuesto él se encarga después de lavarme. Me lleva en brazos a la ducha y con manos juguetonas, se encarga de no dejar rastro alguno de la crema de avellanas, ni de nuestras savias, en nuestros cuerpos. Pero más tarda en lavarnos, que en encender de nuevo el deseo.

Es increíble, que a pesar de lo cansada que me sentía, sus manos, sus besos y su amor, revitalizan mi cuerpo por completo, recargándolo de fuerzas renovadas y relajándolo hasta el punto de sentirme mejor que nunca, a pesar de las largas noches en vela y lo poco que he descansado en la semana.

Después del largo y excitante baño, nos recostamos en su cama y platicamos por horas. Yo recostada en su pecho, entretanto Sebastian acaricia mi espalda y mi cabello, convirtiéndose ya, en un prodigioso hábito entre nosotros antes de yo caer en un profundo sueño, donde no hay más pesadillas que temer.

Despierto con el sonido del obturador de una cámara fotográfica; estoy recostada boca abajo, con la cabeza de lado, mi cabello cubriendo gran parte de mi rostro y la sábana apenas cubre mi desnudo trasero. Intrigada abro un ojo y encuentro a Sebastian fotografiándome desde arriba e instintivamente, cojo la sábana y me cubro hasta la cabeza.

—¡¿Qué haces Sebastian?! —lo cuestiono indignada desde abajo de la sábana—. Deja de tomarme fotos —le ordenó molesta.

—¿Por qué? Deberías ver lo linda que luces mientras duermes, eres la chica más sexy que conozco —comenta con voz animosa.

Mila, Mi Pequeña Bailarina  #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora