Capítulo 15

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Llegamos a un local de comida Italiana, el lugar es lindo y huele delicioso, todavía no como y ya siento culpa de que se me antoje tanto la pizza y las pastas.
Nos llevan a nuestra mesa donde nos atiende una curvilínea rubia, quien nos entrega los menús mientras coquetea con Sebastian descaradamente.
—Desean ordenar algo de tomar —le pregunta la muy casquivana a Sebastian de forma provocativa y con una gran sonrisa. No puedo evitar quererla asesinar con la mirada—. Te puedo sugerir un vino de mesa. —Ella sigue ignorándome y se inclina hacia Sebastian para mostrarle los senos.
—No, unos refrescos estarán bien —responde Sebastian mirándome a mí.
—Yo prefiero agua natural, por favor —le solicito, pero la mesera apenas me dirige una fastidiosa mirada, anota, después da la vuelta y se contonea para que Sebastian le mire el trasero, pero él no lo hace o disimula muy bien, porque lo miro fijamente. Los dos vemos los menús y yo decido rápidamente que ordenaré una ensalada cesar.
—¿Ya sabes que ordenarás? —me pregunta y yo asiento con un moviendo de cabeza—. Mila. ¿Te gustaría pasar la tarde conmigo o tienes algo más que hacer?
—Sí, me gustaría, pero quedé de ver una película con Sasha y más tarde tengo un compromiso —le respondo y los músculos de su rostro se endurecen, me mira fijamente y no puedo evitar ponerme nerviosa.
—¿Un compromiso? —afirmo con la cabeza, no pienso darle más explicaciones—. Ok, se me ocurre algo —manifiesta después de pensarlo unos segundos.
—¿Ah sí?
—Sí, déjame invitarte a ti y a tu hermanita al cine. ¿Qué te parece, te gustaría? —propone.
—No sé, seguro que Sasha estará encantada, pero no creo que mi madre nos deje salir.
—Es sábado, por favor inténtalo. Total, no pierdes nada con preguntarle —sugiere con súplica en la mirada.
—Ok, pero no te aseguro nada —le aclaro.
La mesera regresa y nos pregunta que ordenaremos.
—Mila. ¿Qué quieres ordenar? —me pregunta él, al ver que la mesera no tiene intención de atenderme.
—Una ensalada cesar sin aderezo, por favor —le indico a la mesera.
—¿Solo comerás eso? —pregunta Sebastian incrédulo.
—Sí, debo cuidar mi peso.
—Ok, yo ordenaré una pizza margarita y un fetuccini alfredo —le indica a la mesera, ella toma la orden y después se va—. Maddie también cuida su dieta, pero los fines de semana se da día libre con la comida —menciona mirándome fijamente.
—Yo no soy Maddie, mi metabolismo es lento, debo cuidarme más —le aclaro evadiendo su mirada y fingiendo interés por el lugar.
—Mila, creo que no te das cuenta, pero eres la bailarina más delgada de la NYCB —comenta con tono exasperado haciéndome sentir incómoda, odio hablar de mi peso y sobre comida, pero más odio que me mienta, no entiendo porque quiere hacerme creer que estoy delgada, cuando el espejo me muestra que no es así.
—Por favor Sebastian, no me gusta hablar sobre mi peso. ¿Podemos cambiar de tema? —le pido con mirada impasible.
—Está bien. ¿De qué quieres que hablemos? —concede.
—No sé, por qué mejor no me cuentas como vas con tus estudios —expongo con curiosidad.
—Me falta un año para graduarme, voy a la universidad por las mañana y por las tardes trabajo en una agencia de publicidad. Al terminar pienso hacer una maestría en París y después quiero regresar y montar mi propia agencia de publicidad —me cuenta mientras yo lo observo con fascinación.
—Me gusta ver que siempre has tenido muy claros tus sueños y que no pares hasta conseguirlos. En verdad te admiro —expreso con emoción.
—¿Tú no tienes sueños? —pregunta sin quitar su vista de la mía.
—No realmente.
—No lo entiendo, recuerdo que alguna vez me dijiste que te gustaba el diseño, la química, las letras y los animales —rememora lo que alguna vez platicamos en París.
—Es cierto, pero en lo que soy buena es en el ballet, además he descubierto que el ballet es lo único que me hace sentir viva —revelo con desgana.
—Mila, solo tienes 19 años, no puedo creer que hables así. A tu edad debería darte ilusión el amor, los chicos, las fiestas, las amigas, no sé, el divertirte al máximo —expresa mirándome desilusionado—. Solo se es joven una vez y la vida es corta, debes vivirla intensamente, atreverte a soñar. Nadie tiene la vida comprada, nadie te asegura que mañana seguirás vivo, por eso creo que hay que vivir cada día como si fuera el último —continúa con verdadera pasión y lo escucho atenta. Sé que tiene razón y eso es lo que más amo de Sebastian, sus ganas de vivir, la intensidad con la que vive su vida, su forma de verla, la forma tan fácil que hacerme reír, lo intrépido que es y que parece no temerle a nada, todo lo que yo no puedo ser. Y se ve tan feliz, tan apuesto con esa sonrisa traviesa y la forma en la que me mira. "¡Dios! Cómo quiero besarlo, tocarlo", pienso pero me contengo— Vamos Mila, dime algo que te haga realmente feliz. —Él, Sebastian es lo único me hace realmente feliz, cuando me toca, cuando me mira con amor como en este instante, cuando me besa, pero no pienso decírselo. Pienso en algo más y aunque trato no encuentro respuestas, podría decir que el estar con Sasha, pero realmente no me siento feliz junto a ella, más bien me siento una farsante que tiene que fingir que está bien para no preocuparla, me siento avergonzada porque siempre es ella quien me infunde fuerzas y paz, cuando debería ser yo quien lo haga con ella. Bajo la mirada, pero él me levanta el rostro con su dedo índice en mi barbilla.
—No lo sé, no se me ocurre nada en este instante o tal vez deba decir que bailar.
—No lo dices muy convencida —alega mirándome inquisitivo, con su ceño fruncido y su ceja enarcada, ese gesto tan suyo que adoro.
—Es que creo que nunca lo había pensado —me justifico.
—¿Sabes Mila? La felicidad en si solo es un estado de ánimo, que solo se vive por momentos, como cuando consigues algo y estás completamente satisfecho de haberlo logrado, o cuando haz alcanzado una meta. Para mí, la escuela y mi carrera son solo proyectos, y tal vez la realización de ellos me haga feliz, pero también creo que la felicidad no es un sentimiento, es una decisión y cada quien es responsable de su propia felicidad. —De nuevo sé que tiene razón en lo que dice, lo que reafirma lo que siempre he creído, que yo soy la culpable de toda mi infelicidad, soy culpable de lo que me hizo Fabienne, soy culpable de que mis padres no me quieran, así que lo interrumpo.
—Sebastian...
—¿Sí?
—¿Quieres decir que si nos lastiman, también somos responsable del dolor que nos han causado? —pregunto y él me observa pensativo analizando mi rostro, yo lo miro angustiada.
—No realmente, no creo que seamos responsables de las acciones de los demás, lo que sí creo es que somos responsables en como nos afectan, si permitimos que nos dañen o no. —Lo miro confundida, sigo sin poder comprender lo que dice, él parece darse cuenta y continua—. Mila, lo que quiero decir es que si te lastimaron, no debes dejar que te dañen, nunca permitas que las acciones de otras personas afecten tu vida, ni tus ganas de ser feliz. —me explica y yo asiento lentamente, creo entender un poco más. Creo entender que es nuestra responsabilidad la forma en que le permitimos a los demás que nos dañen o no, que nos afecten sus actos o no.
Sigo perdida en mis pensamientos, cuando la mesera regresa con nuestra comida y me doy cuenta que Sebastian me observa detenidamente. Seguro se pregunta quien me lastimó o de que forma me lastimaron. Cuando la mesera se retira él toma mi mano y continua diciéndome.
—Mila tú te has convertido en mi más grande utopía, todo este tiempo lo has sido y quiero que sepas que lucharé para realizar mis sueños a tú lado, sé que eso es lo que realmente me hará feliz —confiesa y yo lo miro asustada. Sí, ya sé, soy tan tonta. Aquí tengo frente a mí, al amor de mi vida, al chico más guapo que conozco, diciéndome que soy su más grande sueño y que quiere estar a mi lado, y yo muero de miedo, en vez de alegrarme por lo que me dice—. Mila... ¿No me dirás nada?

Mila, Mi Pequeña Bailarina  #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora