Capítulo 44

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—Cállate —me susurra Raúl y me da una fuerte bofetada para acallar mis gritos.

Yo sigo luchando debajo de su pesado cuerpo, sin poder quitármelo de encima. Raúl toma mis muñecas con sus manos y las sostiene por encima de mi cabeza, mientras con su nariz roza mi rostro, después mi cuello y se dirige hacia mi escote. Logró soltar una de mis manos y con desespero, y a tientas, busco en el buró algo con que golpearlo.

Cojo el vaso de vidrio con agua que siempre me deja la muchacha en mi mesa de noche y lo estrello contra su cabeza.

Él se incorpora, sosteniéndose la cabeza.

—¡Maldita perra! —me grita y me abofetea de nuevo.

Por un segundo me siento aturdida, pero en cuanto me recupero salto de la cama con un vidrio del vaso en mi mano, el que temblando, empuñó con fuerza contra él.

—¿Qué pasa aquí? —Entra mi madre y mira la escena escéptica, después su cara cambia a una de ira—. ¡Bastardo! —Se le va encima a Raúl, dándole manotazos—. ¿Pensabas serme infiel con mi propia hija? —De pronto su mirada se clava en la mía, y enfurecida, se lanza contra mí.

Yo la miro con miedo, retrocedo y dejo caer el vidrio que antes empuñaba en mi mano. Ella me abofetea, después me agarra del cabello y pareciera que quiere arrancármelo porque duele mucho.

—¡Niñita estúpida! ¡Te advertí que te alejaras de Raúl! ¡Te lo advertí maldita zorra! —grita sin dejar de pegarme y halarme por el pelo.

—¿Por qué no le pides a él que se aleje de mí? ¿Por qué no le exiges a él que deje de molestarme? —le reclamo enfurecida e indignada.

—Por qué eres tú quien lo provoca. Vamos lárgate, vete de aquí si no quieres que te mate a golpes —me lanza contra la alfombra y comienza a patearme.

Temblando me pongo de pie y con premura, cojo mis converses y mi bolso. Voy hacia la puerta, pero antes de salir de la habitación, mi madre me jala con fuerza por el brazo y acerca su rostro al mío.

—Solo puedes quedarte aquí cuando Sasha esté en casa, cuando no esté, no me importa dónde te quedes, pero no te quiero aquí. Y pobre de ti que le cuentes de esto a tu padre, porqué me encargaré de hacerle creer, que fuiste tú quien se le metió en la cama a Raúl y sabes que me creerá. ¿Me escuchaste? —me amenaza, con odio en su mirada y apretando mis mejillas con una sola mano.

—No te preocupes, que por mí no volvía nunca más a esta casa. Si lo hago es por Sasha, solo por ella. Solo regreso a esta casa para asegurarme que a ella no la dañes como me has dañado a mí, y que tu amante no se aproveche de ella, como quiere hacerlo conmigo —le grito a la cara, mirándola con rabia. Después miro a Raúl y apuntándole con el índice, lo amenazo—. Y a ti, te juro que si llegas a tocarle al menos un pelo a mi hermanita, no me detendré en denunciarte y asegurarme que te refundas en la cárcel. Sino es que antes te mato yo misma, con mis propias manos —le advierto embravecida.

—Tú no estás en posición de amenazar a nadie niñita estúpida —me grita mi madre, me jala del cabello, me gira hacia la puerta y me saca a empujones, y a patadas.

De nuevo mi madre me lanza contra el piso y me patea con toda la saña de la que es capaz. Me arrastro para alejarme de ella, recojo mis cosas y me levanto.

Bajo corriendo las escaleras y salgo a toda prisa de la casa, pero apenas cierro la puerta, me pongo a llorar histérica.

Me siento tan impotente, tan desesperada, no entiendo por qué mi madre me odia tanto.

De repente soy consciente del frío que hace fuera y regresar por un abrigo, no es una opción. Me pongo mis converses y camino hasta el edificio de Sara, pero ella no está.

Mila, Mi Pequeña Bailarina  #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora