Capitulo 52

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Apenas termino, salgo del comedor y voy hacia la dirección para hablar con la Dra. Kim, pero en el camino Verónica y sus amigas me interceptan y me cierran el paso.

—Miren no más, quien pensaría que está cerda sería toda una mosquita muerta.

—Déjenme pasar —les exijo, pero ninguna se mueve.

—Te lo advierto, no quiero que te acerques a Ted —me grita Verónica, mientras me empuja con sus manos. Pero yo le respondo de la misma forma mientras le sostengo la mirada.

—No me molestes. Yo no tengo nada con Ted, ni quiero. Él solo es parte de la clínica y como tal, hablo con él, solamente eso.

—Yo no te veo paseando por los jardines con Anna la enfermera o con el doctor Steve —comenta con sarcasmo.

—Eh, que el doctor Steve es mío —alega la amiga más alta de Verónica.

—¡Oh, ya entiendo! —digo con suficiencia—. Aquí todos tienen dueña. Bueno pues, les informó de una vez que a mí no me interesa ni Ted, ni Steve, ni Anna y que por mí, pueden quedarse con todos. —Las empujó abriéndome paso entre ellas y sigo mi camino hacia la dirección.

—Es la última vez que te lo advierto —me grita Verónica a mi espalda.

—¿O qué? —me giro a desafiarla.

—O, o, o... —titubea. Lo que imaginé, ni siquiera sabe cómo amedrentarme.

—¿O...? Ya sabía yo, que solo eres puro bla, bla, bla —le digo haciendo el ademán con la mano de abrir y cerrar la boca. Me alzo de hombros, doy media vuelta y sigo mi camino. Creo que este lugar esta sacando lo peor de mí, porque ni yo misma me reconozco; seguramente Sara estaría orgullosa de mí.

—Pasa Mila —me dice la Dra. Kim, cuando toco a su puerta, por que su secretaria no está en su puesto—. Toma asiento.

Me siento frente a ella en su escritorio y ella me observa esperando que le diga algo.

—Camile y las chicas me dijeron que ya autorizó que les dé clases.

—Así es. Sé que eso, te mantendrá ocupada y menos ansiosa, al igual que a ellas.

—Quiero ver si puede prestarme el teléfono para pedirle a mis amigos que envíen algunas cosas para las clases. Las chicas necesitarán zapatillas, mallas y leotardos, y yo quiero regalarles todo eso, y sé que si se los pido a mis amigos ellos me enviaran todo mañana mismo.

—Por supuesto, toma el teléfono —acepta.

Lo tomo, marcó al celular de Sara y ella contesta al instante.

—¿Aló?

—Hola Sara —saludo.

—¿Mila? —me pregunta entusiasmada.

—Sí, soy Mila.

—Mila, que gusto. Dime cómo te ha ido en ese lugar.

—Más o menos.

—¿Cómo? Pensé que estarías contenta de estar ahí, según la doctora Linda el lugar es muy lindo.

—Sí, lo es, pero he tenido algunas problemitas. —La doctora me hace una seña para que me apure.

—Ay Mila. No sé qué decirte.

—Sara, te hablo por qué necesito que me hagas un favor.

—No Mila, no me hagas que le mienta a Sebastian —alega antes de que le explique.

—No, no es eso.

—¿Ah no?

—No. La directora del centro me ha dado permiso para darles clases de ballet a las chicas y necesito que me envíen, leotardos, mallas y zapatillas para ellas. Por supuesto yo les pagaré lo que gasten en eso.

Mila, Mi Pequeña Bailarina  #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora